Viajamos porque nuestro mundo está allí.
El hombre es un ser curioso. Viaja para buscar cosas nuevas, para conocer gente y culturas diferentes. Para ver colores, oler olores y probar sabores nuevos. Viaja porque lo que ya conoce se le hace aburrido o repetitivo.
Al ser preguntado sobre su razón para subir montañas, el extraordinario alpinista Sir Edmund Hillary respondió: “Subo montañas porque están allí”.
Nuestro viaje por el mundo inicia a los meses de haber nacido. Curiosos, nos paseamos gateando por un cuarto y abrimos lentamente una puerta para ver qué hay del otro lado. Allí inicia todo, y cada día que pasa queremos abrir más puertas para conocer y experimentar el “otro lado”.
Vamos creciendo y las puertas se convierten en límites entre locaciones, regiones y naciones. Gatear se convierte en caminar, cabalgar, pedalear. Se convierte en carros, embarcaciones, aviones. Esta necesidad humana de buscar lo nuevo, de descubrir, de experimentar, en fin, de viajar y salir del área de seguridad, viene desde tiempos ancestrales.
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Vamos creciendo y las puertas se convierten en límites entre locaciones, regiones y naciones. Gatear se convierte en caminar, cabalgar, pedalear. Se convierte en carros, embarcaciones, aviones. Esta necesidad humana de buscar lo nuevo, de descubrir, de experimentar, en fin, de viajar y salir del área de seguridad, viene desde tiempos ancestrales.
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