lunes, 18 de julio de 2016

La Guajira


Una comunidad indígena Wayúu del norte de Colombia espera hacer del turismo una fuente de progreso sin perder sus tradiciones en una tierra castigada por la sequía, la pobreza y el conflicto armado.

Esta ranchería del clan de los Arpushana, formada por un puñado de ranchos o chozas de paredes de barro y caña, con techos de palma seca, se levanta entre cactus sobre una planicie desértica, 17 kilómetros al sur de Riohacha, capital del departamento de La Guajira.

El caserío de Iwouyaa está a pocos metros de la carretera que conduce de Riohacha a Valledupar, capital del Cesar, en cuyos márgenes, entre la escasa vegetación de la zona, sobresalen los árboles de Puy, cuyas flores de un color amarillo intenso confieren un tono primaveral de sin igual belleza al paisaje en medio de la aridez.

Los Wayúu, pueblo que habita un territorio ancestral sin fronteras entre Colombia y Venezuela y que constituye el más numeroso de los dos países, reciben a los visitantes con su arte, la pintura de líneas en el rostro del recién llegado en señal de alegría, que elaboran con "ulisha", una piedra de la que extraen un polvo color ocre que luego mezclan con agua.

El agua es un bien preciado y escaso para los Wayúu, dedicados a la cría de caprinos y a la fabricación de artesanías de colores vivos, tejidas a mano, que venden en su ranchería y en las ciudades y pueblos de la región.

"Dios nos ha regalado muchas cosas pero también nos ha negado muchas cosas, entre ellas el agua. Aquí llueve cuando Dios quiere", explica Enrique, que haces las veces de "putchiipü" ('palabrero' o abogado), a una delegación del Ministerio de Comercio Industria y Turismo que visita la ranchería como parte de su inclusión en una de las rutas de la campaña turística "Seguro te va a encantar".

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