lunes, 9 de agosto de 2021

El punto ciego del concepto “Pueblo”

¿Hasta dónde el vocablo “pueblo” ha servido para avivar la ilusión que hace pensar en simbolismos o praxis que exaltan expectativas? El ejercicio del populismo se empeñó en acentuar tan manida implicación de la cual se valió para ganar el espacio político que sus ambiciones e intereses han determinado a lo largo de la contemporaneidad histórica.

Aunque en la antigua Grecia o en la arcaica Roma no se conoció el concepto de “pueblo”, la dinámica política hizo que el léxico se adelantara a los hechos. De esa forma, Marco Tulio Cicerón, quien vivió entre 160-43 años a. d. J.C., dado su condición de escritor y político, entendió las exigencias que se jugaban al interior de la política.

Fue él quien formuló el concepto de “pueblo” toda vez que advirtió en lo “popular”, la razón que mantenía congregados estratos sociales de baja condición. A estos conglomerados se le conocía como “pueblollano” (populus romanus) y que pudo ser la razón que animó el concepto de “pueblo”. Cicerón la manejó como categoría social en su Oratio pro Sestio discurso que configuró su Teoría del Estado.

El “pueblo” como sujeto histórico-político comenzó a adquirir el ímpetu que su consistencia popular le imprimía. Fue entonces cuando la progresiva estratificación social, le incorporó la fuerza de la cual emanó su poder. Así la figura de “pueblo”, alcanzó la potestad necesaria para actuar luego como parte sustantiva de la estructura política del momento.

El discurrir de los tiempos permitió que el concepto de “pueblo” tuviese otra connotación, que no le permitió intervenir a cabalidad como razón política ante decisiones capitales. No obstante, dicha dificultad tuvo otra consecuencia. Su significación se irradió por los avatares de la política. Su influencia comenzó a calar como razón necesaria que determinaba, por momentos y antes situaciones específicas, decisiones no sólo de orden político. También de índole económica hasta que el término que identificaba su fuerza, o sea “pueblo”, comenzó a reconocerse como poder político capaz de pautar el alcance de lo que se entendió como “soberanía popular”.

Esta consideración, con el tiempo, adquirió figura jurídica lo que indujo a que el vocablo de “pueblo” tuviese un rango incluso reconocido a nivel normativo por la legislación de Estado-naciones. Para entonces, el “pueblo” se había transformado en sujeto político de manifiesto carácter.

Sin embargo, esta tendencia comenzó a causar gruesas confusiones que terminaron afectando no sólo las actitudes políticas. Sino también, empañando condiciones públicas relacionadas con lo social y lo político, fundamentalmente. 

Actualmente, el concepto “pueblo” tiene un desempeño sesgado por los intereses que mueven al poder anclado en el gobierno. Tan condicionada actitud ha colocado al vocablo en un cuestionado sitial. Propio de verse cual objeto de un suspicaz maniqueísmo. Así hay pueblos que son sobornados por esa misma causa. De esa manera, viven ciegos ante las realidades a las que son sometidos. Peor aún, humillados. Les arrebatan su dignidad con dádivas ofrecidas a cambio de saciar el hambre, o con represión, sembrando así un temor que incita al silencio. Lo mismo sucede en el marco político del llamado “poder popular”.

De hecho, gobiernos opresores por inmanente característica, siguen animando a sus gobernados a ver en su actitud ofensiva una manera “contradictoria” de comportarse para con su “pueblo”. En medio de tan torcidas relaciones entre el gobierno y el llamado “pueblo”, sólo queda por deducir que ese “pueblo” sobrelleva una vida atiborrada de serias confusiones.

Entre algunas extrañas reacciones, originadas al calor de inusitadas circunstancias, podría destacarse la que invocó el propio Carlos Marx. Cuando habló de incitar al “pueblo” a reaccionar contra la oligarquía gobernante. En tal sentido, habló de la “dictadura del proletariado”. La misma, concebida bajo la teoría de la lucha de clases según la cual el poder gobernante es incapaz de conciliar intereses de clase opuestas. Solamente alcanza a defender unos en detrimento de otros.

Razón tenía el filósofo español para referir la tristeza que sentía al pensar en la agonía de los pueblos sometidos por un poder que sólo se inquieta para buscar su propia subsistencia.

Mientras aquella población, a la que llaman “pueblo”, no consiga que sus libertades se arraiguen a sus formas de vida, ese conglomerado no podrá tener conciencia de lo que son sus derechos ciudadanos. Aunque las leyes digan otra cosa.

Este problema así sostenido, seguirá derruyendo y asfixiando la cultura política del gobernado. Por mucho que quieran endilgarle la condición de “pueblo soberano”. O sujeto de la “soberanía nacional”. Siempre seguirá dificultándose cualquier modo de hacer razonar que el llamado “pueblo” comprenda el sentido de lo que cabe bajo el significado de “ciudadanía”. Sólo cuando ello se consiga, tan importante masa de población entenderá que quienes se expresen de ella como “pueblo”, no dejarán de hacerlo en virtud de mantener su posición política, económica y social. Y a partir de la cual, se permiten actuar como parte del sector opresor en desmedro del sector oprimido. He ahí el punto ciego del concepto “pueblo”.

https://efectococuyo.com/opinion/

1 comentario:

  1. Este problema así sostenido, seguirá derruyendo y asfixiando la cultura política del gobernado. Por mucho que quieran endilgarle la condición de “pueblo soberano”. O sujeto de la “soberanía nacional”.

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