domingo, 12 de julio de 2015

Agua Viva está lista para recibir visitas -

​En Lara creen en el turismo (y II) |Foto: Pisapasito
Si antes la única razón para visitar Agua Viva era conocer sus artesanos, ahora abundan las casas de fiesta, los restaurantes campestres con carne en vara y chicharrones de guabina, una marisquería atómica y un local de especialidades colombianas. Las dulceras ofrecen el postre en toda la entrada, los posaderos esperan su llegada para darles una habitación bien linda y los creadores siguen pendientes de ofrecer sus piezas. Todos conviven bajo la mirada protectora del Parque Nacional Terepaima

Como expliqué el domingo anterior, las parcelas de Agua Viva son muy grandes porque nacieron para ser pequeñas granjas frutícolas. Con el tiempo se han ido convirtiendo en salas de eventos y fiestas, porque quedan cerca de Barquisimeto cuya congestión no permite estos espacios campestres. Los invitados han empezado a solicitar hospedaje, ya sea porque vienen de ciudades lejanas o porque prefieren dormir cerca después de una fiesta. Fue así como empezaron a surgir las posadas.

Han ido apareciendo restaurantes para atender estas visitas. Espacios abiertos cuya especialidad suele ser la carne. En cuanto a los artesanos, es cierto que pasaron de unos 140 a solo 30, pero en la medida que se vaya consolidando Agua Viva como sitio interesante para visitar, aumentarán los creadores y será estupendo visitarlos en sus talleres. Está previsto hacer una señalización donde se indiquen los atractivos, ubicación de artesanos y servicios. Cuentan con el apoyo del alcalde José Barreras, muy joven, activo y empeñado en apoyar esta iniciativa. En Agua Viva conviven contentas unas 15.000 personas.

Para dormir. La posada más reciente es Luna Azul, con 22 habitaciones y se construyen 12 más, una buena piscina, amplio estacionamiento, decorada con esmero por sus dueños Humberto Gómez y Adriana Castellanos. Me encantó el detalle de los paraguas en la entrada haciendo una especie de toldo.

Justo al lado queda La Posada a quien todos llaman Mi Campito porque es el nombre de la casa de su dueña, la señora María Luisa Pulido Ponte. Ella tenía un restaurante, empezó a pasar mucho trabajo para conseguir los insumos y pensó que con la cercanía de su retiro era preferible una posada. Tiene 3 habitaciones y una cabaña para 4 personas con cocina.