Nada puede andar mal en un país donde existe un Viceministerio "para la Suprema Felicidad Social del Pueblo", cuya tarea es coordinar las más de 30 misiones sociales creadas por la Revolución Bolivariana. El viceministerio (¿por qué rebajar sus tareas desde el comienzo, por qué no empezar con un ministerio?) fue creado el 23 de noviembre de 2013 y sus tareas seguramente ya resolvieron todos los problemas del país.
Aparte de coordinar la treintena de misiones sociales, el cometido de la repartición pública, según dijo el presidente Nicolás Maduro, es satisfacer las distintas exigencias, reclamos y necesidades de la población, así como "atender a los viejitos y viejitas y niños y niñas, para atender a lo más sublime y amado del pueblo revolucionario".
El viceministro original encargado de administrar la felicidad de los venezolanos y cuya tarea, según Maduro, sería, elevar "las misiones hasta el cielo", era el ex–constituyente Rafael Ríos. Una vez propulsadas las misiones a la estratósfera, Ríos cedió el cargo a Carolina del Valle Cestari Vásquez, quien probablemente se encargue de la próxima misión a Júpiter.
Por otra parte, y de acuerdo al quinto apartado del Segundo Plan Socialista para el período 2013-2019, el gobierno chavista se ha comprometido a "Preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana".
Cubiertos ambos flancos, en Venezuela, y en el globo terráqueo, con el propósito de garantizar la suprema felicidad social del pueblo, y salvar al resto de nuestros congéneres que padecen la desdicha de no vivir en Venezuela, existen sin embargo algunos inconvenientes menores que deben ser resueltos. Inconvenientes, nos duele decirlo, seguramente inducidos por sectores cavernícolas de la oposición.
Informes de la inteligencia oficialista señalan que la oposición creó las colas, y solo después, mucho después, surgió la escasez. Esa conspiración es tan vieja como el mundo.
Ya la recordó Fernando Rodríguez en un brillante editorial de Tal Cual, al comentar un relato de Gabriel García Márquez: "Algo muy grave va a suceder en este pueblo". Una persona del pueblo se levantaba en la mañana, aquejada por un terrible presentimiento. Su augurio era divulgado por otros habitantes.
A las pocas horas, la mayoría de los vecinos recogían sus petates y abandonaban la comarca, si no me equivoco, tras incendiar los graneros. Y al final, la profetiza de la desgracia decía convencida: "Yo les dije que algo muy grave iba a suceder en este pueblo".
Leer mas en: http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=112348
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