martes, 10 de septiembre de 2013

El posón y la mesita que camina / EDGAR MORENO

EL POSÓN ES EL TESORO 


Esta serie fotográfica se ubica en el estado Zulia, El Posón, Bahía el Tablazo, Isla e’ Toas, límite entre el Golfo de Venezuela y la entrada al Lago de Maracaibo o Mar del sur.

Presenta fotos de dos viajes. El de ida y el de vuelta. En los años ochenta Edgar Moreno viaja a El Posón, vive allí durante tres años y regresa veinte años después, en el 2005-2006. De ese primer encuentro quedan la raíz del vínculo y el repertorio de imágenes grabadas. Aquellos primeros pescadores, familias, casas, paisaje, resultado de una convivencia entrañable, logran cobrar forma de conjunto en los repetidos viajes que realiza a mediados del dos mil para concretar este proyecto en julio de 2005. Lo desconocido aquí está representado en El Posón, tesoro natural y cultural de nuestro país, cuyo olvido es atenuado, en parte, por estas fotografías.

LA MESITA QUE CAMINA O EL OJO CON PIES Y CÁMARA
A un iniciático cuento de la infancia narrado por Carmen Julia, la madre del artista, en el que se vincula un tesoro de morocotas escondido y la mesita como intermediaria indicadora de dónde se encuentra enterrado, lo suceden otros cuentos igual de fantásticos. La memoria de este motivo en todos ellos es el telón de fondo de su recurrente aparición a lo largo de la iconografía de Edgar Moreno, en la que esta forma cuadrúpeda es el protagonista fotográfico. La mesita representa un objeto animado, hechura del hombre en diálogo con la naturaleza. A lo que agrega Moreno: «la mesita es mi historia, mi entelequia, mi estrategia».

EL ENSAYO
Para Edgar Moreno el ensayo fotográfico se inicia en el seno de una comunidad, con sus pobladores, sus escenarios exteriores e íntimos y sus dinámicas sociales. Allí se concreta para él la realidad fotografiable.

La tarea comienza con una comprensión afectiva que le permite acercarse a lo visible con la absoluta confianza de que en la foto aparecerá lo invisible, aquello que no se ve hasta el revelado. Porque el ojo no sabe, no ve lo que tiene delante. De manera que es el carácter de un lugar, de una figura, el que puede o no ofrendarse a ese mirar entrenado y paciente del fotógrafo. 


Dar cuenta de aquello que nos ha tocado en suerte es parte de nuestra tarea vital. Para eso volvemos. En la vuelta está el encuentro. Y la vuelta solo es posible cuando el viaje nos ha transformado. De modo que los tesoros escondidos se hayan por todos lados. Para encontrarlos cada cual debe dar los pasos con aquello que le es más preciado, con su mejor don, dice un sabio sufí. Esta colección de imágenes, la belleza de ese acuerdo con el espacio y sus hombres, significan a esta altura de los hechos, el hallazgo más preciado y misterioso, una aventura del alma concretada en este fecundo trabajo. 

Josefina Núñez

Tal Cual