Era el pasado uno de junio. Desde Filadelfia a Nápoles. Era el primer vuelo de la temporada de verano de American Airlines, con un Boeing 787-9.
El avión partió a las 19.42 desde el aeropuerto americano, sin ninguna incidencia. Tenía que tomar tierra el día dos a las 10 de la mañana en Nápoles.
Sin embargo, cuando estaba descendiendo, se desvió urgentemente hacia Roma, a unas 125 millas al norte.
¿Qué ocurrió? Es insólito en cualquier aerolínea, pero mucho más en una del nivel de American: el avión no cabe en la pista del aeropuerto italiano. El 787-9 no está certificado para aterrizar allí porque el aeropuerto no dispone de todas las exigencias que presenta este modelo de avión.
Antes American había volado a Nápoles, pero con un 787-8, que es unos 20 pies más corto y que cumple, en el límite, las exigencias del aeropuerto de Campania.
Los pasajeros fueron transportados desde Roma a Nápoles en autobuses. El avión, según los datos de las webs que registran los movimientos, partió dos horas después con destino a Chicago, sin los pasajeros que estaban en Nápoles, pero probablemente con otros que estaban para otro avión en Roma.
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