A las puertas de muchas favelas de Río de Janeiro hay vigilancia. Son jóvenes que cada vez que ven a alguien desconocido lo paran para comprobar si los inesperados visitantes provienen de alguna de las bandas rivales. Si estos visitantes entran a velocidad, directamente lo paran a tiros.
En general, los turistas se limitan a ver las favelas desde las playas de Copacabana o en su viaje al Corcovado.
Sin embargo, recientemente ha habido varios muertos por errores en los navegadores de los coches que emplean. O errores de los conductores a la hora de leer el mensaje. Un argentino que el pasado mes de diciembre iba con su mujer y sus hijos y que buscaba el Cristo del Corcovado, murió en el hospital después de ser baleado en la entrada a una favela. Una mujer, de Sao Paulo, en Brasil, murió también cuando una bala la alcanzó al pasar por otro acceso a una favela. Al parecer, el conductor del vehículo que la trasladada se equivocó.
El asunto ocupó las portadas de los medios de comunicación brasileños en enero cuando un conductor fue filmado rogando a unos jóvenes que lo habían detenido que no lo mataran.
Los conocedores de la situación dicen que no hay un aumento de la violencia, excepto en las luchas entre las bandas que se disputan el mercado de la droga, pero que si alguien accede a una favela sin que sea conocido corre el riesgo de recibir una lluvia de balas en lugar de que le pidan que se identifique. Y los turistas son las víctimas propicias por su ignorancia del lugar.
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