jueves, 22 de agosto de 2024

Boeing, un juego a vida o muerte

Maldita la hora en que nos tuvimos que hacer transparentes para recuperar la credibilidad, deben pensar en Boeing, que ahora ventila cada uno de sus problemas, por pánico a que algo les vaya mal y la acusen de ocultamiento. Con el historial reciente, corre peligro de muerte. Y con eso no se puede jugar (Boeing paraliza las pruebas de su nueva joya, el 777X).

Este martes, obligada pero honesta, la central de Boeing hizo público que las pruebas de la certificación de su avión estrella, el 777X, tendrán que paralizarse debido a un daño en un componente estructural de las piezas que unen los motores con las alas. Fue un martes horribilis porque antes tuvo que encargar que los casi 900 aviones Dreamliner (en España, toda la flota de largo radio de Air Europa) han de corregir un fallo menor en el asiento de los pilotos que genera un efecto peligroso en caso de un descenso brusco por turbulencia (Cerca de 900 Boeing 787 deberán ser revisados en 30 días).

El caso del 777X es más incómodo. Porque esto nunca se hubiera hecho público en situación normal. ¿Se cree alguien que todo el proceso de certificación del A321XLR no tuvo incidentes de este tipo? Claro que sí, esto es lo normal en un fabricante de aviones. Esto, que una pieza tenga un fallo. Lo que no es normal es que se introduzca el MCAS, el software que corregía una tendencia del avión a bajar el morro y no se informe a nadie. Eso era una barbaridad. Lo otro es un tema normal, que se corrige y listo.

“Durante una revisión planificada, encontramos una pieza que no respondió según lo especificado. Nuestro equipo está ahora reemplazándola e investigará los detalles. Las pruebas para la certificación de este avión se reiniciarán en breve”, dijo Boeing en un comunicado, porque ahora informa de estas cosas.

El avión, que con toda seguridad es una joya, tiene un problema que quema en las manos de Boeing: debió de empezar a fabricarse en 2020 y está ahora previsto que quede certificado alrededor de finales de este año para iniciar su construcción en serie y sus entregas en 2025. De ese avión depende que le pueda plantar cara al A350 en ese segmento, tradicionalmente suyo. Y ese es el problema: cinco años de retraso por culpa del caos interno.

Pero, como bien ha hecho hoy la compañía, más vale un mes más de retraso que no un renuncio en estos momentos en los que se juega su supervivencia.

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