En numerosos países alrededor del mundo, los Gobiernos buscan establecer reglas a los alojamientos de corta duración por el impacto que tienen en el precio de los alquileres y para las comunidades locales. Este sector, que compite directamente con la hotelería, ha experimentado una rápida expansión por el auge de las plataformas en línea, pero la falta de normas claras sobre su funcionamiento ha generado diversos inconvenientes, algo que también se busca corregir en América.
El turismo internacional está a muy poco de recobrar por completo las cifras prepandémicas, de acuerdo con Naciones Unidas. Y, con la afluencia de viajeros al alza y un mercado inmobiliario más ajustado, los precios de las viviendas y los alquileres han ido en aumento, una tendencia alimentada por la proliferación de las rentas de corto plazo que funcionan a través de plataformas como Airbnb.
No obstante, este sector a menudo carece de normas que concilien las necesidades de la población con el desarrollo económico y ha generado fenómenos como la gentrificación, que implica el desplazamiento de la población originaria de un área, por parte de otra con un mayor poder adquisitivo.
La concentración de turistas, extranjeros o nómadas digitales en un puñado de zonas de numerosas ciudades mediante este tipo de alquileres ha provocado el rechazo de la población local, que denuncia que contribuyen a la gentrificación y al aumento de los costos de la vivienda.
De ahí que en América se estén llevando a cabo esfuerzos regulatorios, al tiempo que algunos inversionistas ven cómo el 'boom' de estos alquileres puede estarse desvaneciendo. Un grupo de periodistas de France 24 desplegados por el continente exploró las luces, pero también las sombras de este negocio.
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