Nunca nadie podía haber pensado que el primer aeropuerto de Holanda, el país sinónimo de eficacia, podía estar en el caos en otoño, después de seis meses de desastres, cancelaciones, conflictos con la plantilla y, peor, con los clientes, las aerolíneas. Ahora mismo, Schiphol está aplicando recortes del 22 por ciento en el número de vuelos, un caso único en Europa (Schiphol: dimite el director tras un verano caótico).
La CNN ha hecho un reportaje bajo el título "el caos loco" de Ámsterdam, que destroza la reputación del aeropuerto con más pistas, que pretendía llegar a ser el número uno del continente.
Al parecer, un hilo del desastre es que el aeropuerto subió los salarios al personal de seguridad, que controla a los pasajeros, de cara al verano. Eso más o menos funcionó pero, de forma inesperada, al final de agosto retiró el plus que pagaba y entonces muchos trabajadores se fueron a otros empleos, volviendo al caos.
La única respuesta que tiene la nueva dirección del aeropuerto –por supuesto, ya se tuvo que marchar un director– es reducir el número de vuelos, con lo que ha generado una protesta de todas las aerolíneas, hartas con el caos (Holanda se rebela contra el nuevo límite en Schiphol).
Ahora, después de todo este desastre, publicado en la prensa casi a diario, deciden finalmente subir los salarios. Son 2.5 euros más la hora de los empleados de seguridad, a ver si no se marchan. Veinte euros diarios más. También su sube el salario nocturno un 35 por ciento y se van a crear salas para el descanso en el tiempo libre.
Los sindicatos ahora dicen que esto no va de salario sino de que el trabajo es abrumador. Y que se requieren meses de entrenamiento para saber cómo controlar.
La CNN ha hecho un reportaje bajo el título "el caos loco" de Ámsterdam,
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