Quede claro que sólo los periodistas nos equivocamos más que los economistas. Pero hoy les toca el turno a ellos.
Yo y ustedes habíamos venido escuchando desde hace meses vaticinios que auguraban que pasado agosto, vendría un duro otoño. Nos habían hecho incontables análisis que hasta nos convencían de que había que prepararse. Hoy mismo, en algún lugar, una economista defiende que el turismo está a punto de dejar de tirar del carro, lo que no quiere decir que se hunda, sino que no va a ir bien.
Pero ocurre que este mes de octubre está siendo el mejor mes de octubre de la historia del turismo. Y que algunas aerolíneas de las competitivas tienen más reservas que nunca. O sea que las previsiones erraron absolutamente.
Ya he podido escuchar a algún economista explicando que en realidad había muchas más ganas de viajar que las que se pensaba y no sé qué otras bobadas.
Aquí la cuestión, si nos entendemos, es la siguiente: la economía es una ciencia social, lo que significa que estudia comportamientos humanos combinados con fenómenos cuantitativos. Estos últimos son matemáticos y perfectamente vaticinables. Pero las conductas humanas son imprevisibles. Ni los economistas, ni los políticos, ni los periodistas podemos estar seguros de que el ser humano vaya a comportarse como sería de esperar.
¿Por qué esta locura para viajar y viajar como si el mundo se fuera a acabar mañana?
Mejor pregunte esto a un astrólogo. Tampoco tiene idea, pero al menos ya sabemos que lo suyo es un juego.
Mejor pregunte esto a un astrólogo. Tampoco tiene idea, pero al menos ya sabemos que lo suyo es un juego
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