En Europa nos hemos pensado que, en aviación, somos los mejores. Y nos lo hemos creído. ¡Quién puede superar el histórico glamour de esa magnífica aerolínea que es Air France! ¡Qué puede ser más "reliable" que British Airways! ¡Nada como la precisión de Lufthansa para garantizar un buen viaje! Con esas marcas, solemos pensar que la competencia tiene mucho que aprender. Es cierto que tenemos historia, pero cuando llegamos al presente, las cosas son dudosas, como mínimo.
Porque un día Tim Clark, un inglés, montó Emirates y triunfó espectacularmente. Y no todo se debe al dinero público, sino que hay una idea, un concepto diferente, triunfador. Un tal Al Baker, con un espíritu de calidad incomparable creó Qatar y arrasó y, ahora, Turquía nos da una lección con el éxito increíble de su hub en Estambul.
No, que Emirates, Qatar y Turkish estén arrasando en la aviación, muy por encima de nuestras tres grandes, no es casualidad. Una podría haber sido coincidencia, tres es que las cosas no van bien.
Observen este año los beneficios de Turkisk Airlines. Superan todo lo habido. Probablemente sea la aerolínea más rentable del mundo, desde luego muy por encima de las europeas. Factura más que nunca, vende más que nunca, y gana como nunca. Y nosotros en Europa seguimos mirando extasiados el glamour de Air France.
Evidentemente, algo no estamos haciendo bien. Nos debemos de haber acostumbrado a estructuras pesadas, ineficaces, subvencionadas. Que nuestras aerolíneas sean casi parte del estado, que tengan organizaciones tan rígidas, que sean tan burocráticas, explica que hayamos perdido creatividad, originalidad y sentido del riesgo. Hacemos lo que hacíamos en los cincuenta, sin grandes cambios. Y eso no funciona. O no basta.
Por eso, si lo miramos con perspectiva, la aviación europea no ha hecho más que perder terreno. Hemos perdido con respecto de las low cost, hemos perdido con respecto a Estados Unidos, y sobre todo hemos perdido con relación a los países emergentes, donde han inventado modelos operativos diferentes, con hubs nuevos, que nos han dejado al margen. Ya no es Londres, ni Charles de Gaulle, ni Frankfurt donde hay que buscar los grandes nodos de las comunicaciones aéreas, sino Estambul, Dubái o Doha.
Mientras, nosotros seguimos subvencionando estos grandes monstruos de dudosa eficacia; mientras nos seguimos engañando con espejismos absurdos.
Mientras, nosotros seguimos subvencionando estos grandes monstruos de dudosa eficacia; mientras nos seguimos engañando con espejismos absurdos.
ResponderEliminar