Carmen Hernández cuenta que recibió una paliza que la mandó para el hospital 2 semanas... y todo por apelar a su libertad de expresión.

Esa misma pasión que siente por la reportería gráfica y que recorre sus venas estuvo a punto de mandar a Carmen Hernández Garso a la tumba.

Ahora lo recuerda con la tranquilidad de estar viva y completa, pero allá, en la zona de Venezuela donde Carmen habitaba no era fácil -todavía no lo es y quién sabe cuándo lo será- ejercer la libertad de expresión y ella lo sabe perfectamente: esta mujer de 30 años tuvo que estar hospitalizada por dos semanas a raíz de una arremetida policial, tras la cual se vio obligada a salir de su país para buscar otras oportunidades. Lea aquí: Duque espera que Rusia no emplee apoyo militar a Venezuela

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Carmen es oriunda del estado de Trujillo, en el vecino país, y hoy se pasea por el Centro Histórico de Cartagena para buscar las oportunidades que escaseaban en su país, acá convergen turistas de todas partes para descansar. Ella lleva consigo una carpeta que contiene información sobre los puntos históricos, playas, restaurantes, medios de transporte acuático y terrestre de la ciudad: sí, en su afán de ganarse la vida se convirtió en guía de turismo que ofrece todo tipo de planes en medio de la reactivación económica que por estos días atraviesa este sector.

“Vine a Cartagena a buscar mejor calidad de vida, pues en mi país, en el ejercicio de la actividad periodística, a nadie le importa que seas hombre o mujer para que el Estado te proteja, principalmente la Guardia Nacional que comete atropellos contra ti. Para ellos, somos como una alergia, consideran que una cámara es como un arma potencial, algo que les puede hacer daño. Es muy clara la violación de los derechos humanos y es lamentable que se atropelle la libertad de expresión”, asegura indignada mientras charlamos en la Plaza de los Coches, en pleno corazón del Centro cartagenero, a tantos kilómetros de su casa.

Carmen sostiene que las imágenes que capta un fotógrafo son fieles, no mienten; dice que hablan y que son poderosas por sí solas, aunque el texto diga otra cosa.

“Ellas -las imágenes-, a su vez, sirven para defenderse de las arremetidas estatales que hoy viven en Venezuela y que son tan terribles que parecen sacadas de una película de ficción: reprimen a los medios de comunicación solo por atreverse a contar la verdad, y lo hacen amparados en una ley llamada ‘Resorte’, que a través de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), adscrita al Departamento de las Telecomunicaciones; controlan la emisión de la radio, la televisión y la prensa escrita, esta institución no permite publicar las irregularidades”, menciona la venezolana.

Carmen recuerda que estaba en pleno ejercicio de su actividad como reportera gráfica en medio de unas elecciones locales en 2017 cuando se percató de una irregularidad en una de las urnas del proceso. Aquello le llamó la atención y se dispuso a registrarlo con su cámara, pero cumplir con su trabajo fue el detonante para que miembros de la Guardia Nacional la persiguieran y golpearan.

“En ese momento te das cuenta de que el Estado no protege a nadie, ni por ser mujer o anciano, puedes ser profesional, igual, no vales nada. Tú representas un número y nada más. Allá la libertad de expresión solo existe para los que trabajan con el Gobierno”, dice, todavía indignada y sigue contando sus difíciles correrías...

Cierto día, estaba cubriendo una jornada de protestas, pero no llevó ningún carné que la acreditara como reportera... Fue requerida por los uniformados.

“Esa tarde, recuerdo que dejé la acreditación, pero me la exigieron; admito que fue mi error no portarla, pero nada de eso justifica que me hayan golpeado y hayan decomisado el equipo, pero luego la empresa donde yo trabajaba lo recuperó, dado que todos los equipos con los que laboramos son propiedad de ellos. A raíz de esos golpes, fui hospitalizada por dos semanas... Aún tengo secuelas. Lo que queda claro que ni por ser mujer te salvas de los abusos”.

Cubrir crónica roja

Carmen Hernández resalta que en su trasegar por la reportería gráfica ha cubierto temas de farándula, ciudad, sociales y de judiciales, esta última es la más complicada en cualquier luchar del mundo, pero más en Venezuela, porque a veces los muertos en un día superan los ocho. En cualquier punto, ocurre un hecho de sangre que puede convertirse en uno de los peores momentos de un trabajador de crónica roja.

“No es extraño que cubriendo un tema como estos se te acerquen y te apunten con un arma de fuego, para que no tomes fotos, y en casos te dicen baja la cámara, y es lo que tienes que hacer, de lo contrario, nadie responderá por ti”, recuerda y reitera su amor por la fotografía y la reportería gráfica.

Hoy, Carmen intenta construir una nueva vida lejos de tantas injusticias: estudia inglés para poder seguir su trabajo como guía de turismo, pero no descarta validar sus estudios de periodismo en Colombia, donde no pierde la esperanza de demostrar una pasión que siempre, y a pesar de todo, le correrá por las venas. 

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