Cuando me dijeron que iríamos a Coro y la Sierra de Falcón como parte de un viaje de trabajo, solo pensaba en el calor, pues el único lugar que conozco del estado es el pequeño pueblo donde vivía mi abuela, un sitio atado a los recuerdos más bonitos de mi infancia y al sabor de la carne asada, de la nata y el queso frescos, pero también relacionado con un calor húmedo, de ese que te abruma desde que llegas hasta que te vas. Sin embargo, me sorprendió una brisa fresca que mitiga la incidencia del sol, quizás por la época del año.
Rastros de la colonia
Coro es una ciudad plana, de edificaciones bajas, en la que te puedes encontrar en una misma cuadra con una casa contemporánea, una de arquitectura colonial que fue restaurada y con otra en ruinas, que no ha corrido con la misma suerte. Mientras más cerca estás del casco histórico la variedad comienza a mermar y te quedas sólo con unas casas coloniales hermosas, con ventanales altos y enrejados, techos atravesados por vigas de madera y gruesas paredes rústicas. En algunas calles incluso se ha conservado o restaurado la caminería de piedras por la que los habitantes andaban a caballo después de su fundación en 1527.
Es la tercera ciudad más antigua de Venezuela, la sexta de Latinoamérica, y lo sientes en cada paso por esas calles del casco colonial. Es como retroceder en el tiempo.
Tuve la fortuna de entrar a una de esas casas que está en pleno proceso de restauración y quedé enamorada del piso cubierto con baldosas de terracota, cada una diferente a la otra, hechas a mano probablemente. El grosor de las paredes internas fácilmente llega a 60 centímetros y sobresalen de sus ventanales bajos, pequeños asientos que usaban las damas de antaño para pasar sus tardes mirando a la calle y dejándose ver. El patio interno es una maravilla que deja entrar la brisa fresca y la luz del sol, cosa que desde afuera uno ni se imagina.
Médanos
Uno de los atractivos turísticos más conocidos de todo el estado son los Médanos de Coro, formaciones de arena que hacen parte de la geografía de la entidad. Parecen sacadas del Sahara y puestas allí por la mano invisible de Dios.
Resulta que cuando te imaginas los médanos de Coro, ni en sueños piensas que están tan cerca de la vía principal. Crees que debes rodar horas para llegar a esa maravilla y no, apenas a unos 50 metros de la entrada a la carretera que lleva a la Península de Paraguaná, ahí están. Agarras la vía y de repente te topas con una montaña de arena que ocupa uno o dos canales y que se extiende imponente por las 91.280 hectáreas que conforman el Parque Nacional Médanos de Coro.
Apenas llegas a la cima de una de esas formaciones ondulantes, te encuentras con un paisaje infinito de arenas marcadas por un viento que no deja de soplar. Les recomiendo ir a eso de las 5:00 o 6:00 de la tarde, dejar los zapatos en el carro para que después no tengan que sacar kilos de arena de ellos, ir acompañados para tomarse todas las fotos posibles y, si les gusta la idea de terminar “empanizados”, lanzarse por una de esas dunas a ser niños de nuevo por un rato.
Los corianos están tan acostumbrados a su arena, que, en tono de broma, te preguntan si no te quieres llevar los médanos a Caracas, porque “ellos hacen lo que les da la gana”. El viento los arrastra todos los días un poco más hacia el centro de la carretera y ya no les resulta divertido tener que apartarlos.
Las montañas de Falcón
Apenas a una hora en carro, desde Coro, llegas al pie de las montañas. Si, montañas. El estado Falcón cuenta también con una sierra, que alberga pequeños pueblos con hombres dedicados a la siembra y a la cría de ganado.
Desde que comienzas el ascenso puedes ver cómo va cambiando la vegetación, pasando de cujíes y plantas xerófilas, propias de tierras áridas, a arbustos, pasto y hasta robustos árboles de montaña. Explanadas con vacas y becerritos, cabras y perros, se vuelven las mascotas de todo el camino. Así, también la temperatura comienza a descender y puedes encontrarte con niebla espesa cuando has avanzado unas dos horas por el camino.
La vía te lleva primero a la población de Churuguara, pequeñita, pero con una plaza Bolívar enorme, y un busto del Libertador que mira hacia la iglesia. Más adelante, a cuatro horas de haber salido de Coro, entras a Santa Cruz de Bucaral, el pueblo donde nació el reconocido artista plástico venezolano Ramón Chirinos.
Allí, en Manuele´s Burgers , se pueden dar banquete comiendo desde unas enormes y deliciosas hamburguesas, hasta algo de gastronomía local como el cochino frito acompañado por el mejor queso y nata que hayan probado en la vida. Para cerrar pueden pedir jalea de mango y seguro que no se van a arrepentir.
Por la pernocta no se preocupen, hay posadas en varios puntos de la vía que ofrecen la experiencia de despertar en medio de la belleza que brindan las montañas. Si después deciden continuar por la misma vía llegarán al estado Lara.
Por la pernocta no se preocupen, hay posadas en varios puntos de la vía que ofrecen la experiencia de despertar en medio de la belleza que brindan las montañas. Si después deciden continuar por la misma vía llegarán al estado Lara.
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