domingo, 11 de noviembre de 2018

Turismo sostenible, EDUARDO MONZON

En Venezuela se puede pasar, en cuestión de horas, de ver las deslumbrantes formaciones geológicas más antiguas del planeta, con la caía de agua más alta del mundo, a cualquiera de las abundantes y majestuosas playas del norte del país.

Se puede ir de la extensión casi infinita de las llanuras y sus esteros, hasta las cumbres altas de los andes. Es posible ver selvas, desiertos, ríos, bosques, lagunas, cuevas, islas, penínsulas, miles de especies de flora y fauna, y todo con un clima extraordinario durante todo el año. 

Ni hablar de los sembradíos de cacao con la mejor genética del mundo, con el que ya se elaboran exquisitos chocolates en toda Venezuela. Hay que sumar el afecto, el buen humor y la calidez del venezolano, capaz de entablar amistad con un desconocido en cuestión de minutos, ofrecerle un café y hacerlo sentir como uno más de la familia. 

Se trata de un país completamente encantador, en su geografía y en su gente, donde aún en medio del caos de Caracas reina la magia arrolladora del Ávila y de las guacamayas azules con amarillo, que convierten a la ciudad en un contraste de realidades. Enamorar a cualquier extranjero de Venezuela puede resultar fácil, con condiciones que así lo permitan. 

La Asamblea General de las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Turismo celebraron durante 2017 el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, con la finalidad de promover la importancia del turismo en cinco áreas claves: 1-Crecimiento económico inclusivo y sostenible. 2- Inclusión social, empleo y reducción de la pobreza. 3- Uso eficiente de los recursos, protección ambiental y lucha contra el cambio climático. 4- Valores culturales, diversidad y patrimonio. 5- Entendimiento mutuo, paz y seguridad.

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