La reciente culminación del Festival Internacional de Turismo de Venezuela, vuelve a colocar en la agenda pública el potencial turístico de Venezuela y su consecuente pregunta: ¿por qué no lo desarrollamos?
Aprovechemos que fue el gobierno nacional el que puso calor al tema, para tomar en serio su palabra y desgranar estos buenos propósitos que nos beneficiarían a todos.
El ministro del Poder Popular para el Turismo, Andrés Izarra, lanzó una meta audaz al cierre del encuentro: llevar la industria turística a representar el 9% del Producto Interno Bruto, a partir del 4% actual, lo cual significaría más del doble. Este propósito debería ser alcanzado para el año 2019.
Una meta por demás ambiciosa, especialmente cuando los más diversos sectores de la vida pública nacional reconocen que Venezuela no está en su mejor momento. Los precios del petróleo siguen a la baja y para nadie es un secreto la dependencia que aún mantenemos de nuestro principal recurso.
Pero quizá justamente por ello, es el momento de pensar en fuentes alternativas de ingreso. Existirán fatalistas que afirmen que no es el momento y que ya el tren se nos pasó. Desde esta tribuna, preferimos asegurar que justamente esa contingencia nos da un sentido de necesidad que puede impulsar el tan postergado espaldarazo al turismo receptivo en Venezuela.
¿Cuáles son los requisitos para ello? Ponemos en primer lugar la conciliación nacional. Mal podemos ser anfitriones si en nuestro hogar estamos escindidos. Y no se trata solamente de proyectar una mala imagen. Es un asunto de ser eficientes.
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