El día comienza muy temprano en Capitán Chico, comunidad a orillas del Lago y que forma parte del sector Santa Rosa de Agua, al norte de Maracaibo. Sus pobladores, mayoritariamente pescadores, echan sus redes al agua en busca del sustento diario, mientras las casas y las calles se llenan del rumor y aromas propios del amanecer: el sonido de las aves mañaneras, el café recién colado, el gallo que canta, el olor de la leña en los fogones. Así arranca la faena para la gente humilde y trabajadora de este lugar, dignos descendientes de los añú.
Capitán Chico ha adquirido notoriedad para los marabinos desde que el Parque de Manglares Tierra de Sueños comenzó a conocerse como destino turístico en la ciudad. Este espacio natural, conformado por un extenso bosque de manglar propio para la observación y el estudio de la flora y fauna del ecosistema marino-costero, constituye el último pulmón vegetal de Maracaibo y un reducto para los ecologistas, investigadores y amigos de la actividad conservacionista. La comunidad cuida su parque, es su bien preciado y lo muestra con orgullo a quienes tienen la extraordinaria experiencia de recorrerlo.
Lo que muchos aún desconocen es que este pequeño rincón del Zulia fue testigo de la Batalla Naval del Lago, que hace 190 años consolidó definitivamente la independencia de Venezuela y el nacimiento de la República. Esta tuvo lugar justo frente a las costas de Capitán Chico. Es por ello que este 24 de julio los lugareños celebrarán su fundación conmemorando el acto heroico que les vio surgir como poblado.
En este lugar, un grupo de hombres y mujeres dedica su voluntad diaria a luchar por esta comunidad desde el consejo comunal, el Consejo de Pescadores, el grupo de voluntarios del Parque Tierra de Sueños, entre otras organizaciones. Ser ejemplo y guía para los más jóvenes y propiciar el desarrollo social y el bienestar para todos los habitantes de este sector es el motivo que los impulsa.
De su gente
En Capitán Chico residen 820 personas que llenan las calles con sus sonrisas y juegos. Los abuelos de la comunidad son la memoria viva de este lugar, como es el caso de Ramona García, quien a sus 76 años nos dice sin titubear el nombre de cada uno de sus 23 nietos y ocho bisnietos. También existen los cuentos de pescador de Antonio Morán "Titai" y sus 91 años, tan largos y fructíferos como su descendencia.
Es grato hablar con Zaira Romero, de 84 años, quien recuerda aquellos tiempos en que los carritos por puesto costaban "a medio" y de cómo levantó su familia gracias al trabajo de conductor de su marido, mientras ella "lavaba y planchaba ajeno". Son historias infinitas las que esta gente tiene para contar; todas son reflejo de dignidad, trabajo y esfuerzo.
La Verdad.com
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