Como es normal, las propinas de bares, cafeterías y hoteles están exentas de fiscalidad. Pero Francia, en su presupuesto del año que viene, estudia introducir un impuesto, ante la necesidad de equilibrar las cuentas públicas (Francia: el nuevo gobierno, aún más duro con el impuesto aéreo).
En la realidad, legalmente lo que se haría sería no renovar una exención hoy en vigor que incorpora a la ley presupuestaria cada año. Toda propina inferior a 2.200 euros está exenta.
Según publica L’Echo Touristique, el sector hotelero ha reaccionado con dureza y estupor. Afirman los empresarios que ese impuesto dañaría a un sector ya muy castigado por la pandemia.
Una encuesta ha mostrado un rechazo generalizado entre los empleados, al punto de que un 41 por ciento dice que abandonaría el negocio si hubiera se crea este impuesto. Los empresarios se manifiestan en contra en proporciones superiores al 90 por ciento. Los empresarios afirman que este, en realidad, es un impuesto a la sonrisa, que es lo que incentiva la motivación.
El Gobierno no ha explicado qué mecanismos de contabilización introducirá o si el impuesto se aplicaría como una estimación, sin necesidad de hacer un seguimiento de los pagos e ingresos reales.
Francia presenta un déficit público agudo que la ha convertido en un país emisor de deuda que ahora ha comenzado a tener problemas porque, dado su exceso, ha empeorado su prima de riesgo.
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