Juan Carlos García Granda es el ministro cubano de Turismo. Es sucesor en el cargo de Díaz Canel, actual máximo dirigente de país. La prensa cubana, o sea el Gobierno, ha publicado unas reflexiones de García Granda sobre la situación francamente preocupante que está sufriendo el sector en ese país. Con el tremendo agravante de que el turismo es probablemente lo único que podría ser viable. La caída es constante y parece imparable.
El ministro ha intentado explicar por qué hay problemas. Y dijo que es necesario un plan de inversiones coherente para poder ofrecer un producto turístico digno. O sea, ha calificado el producto actual con un calificativo muy cercano a la realidad. Y no seré yo quien le corrija.
El ministro dijo que hay un descenso en la percepción del índice de seguridad que ofrece el país (ojo, de la percepción) y que eso influía. Y también mencionó la pérdida de personal cualificado y los problemas de suministros.
De alguna manera, García Granda ha explicado qué está ocurriendo para que el turismo no vaya bien. Y más o menos podemos estar de acuerdo. Lo que no ha dicho y debería atreverse a hacerlo, es por qué no hay inversiones, las que hay son improductivas, pierden mano de obra cualificada, no hay suministros y el país parece más inseguro que nunca. Porque si resolviera algunos de estos problemas sin resolver la causa, el origen, estaría condenado al fracaso.
Lo que realmente ha acabado con el turismo es un modelo económico y de gestión centralizado, carente de sentido común, que ha empobrecido al país. La falta de libertad, odiosa y necesaria, el partido único propio de un régimen no democrático, no son obstáculos suficientes para el turismo, pero sí ayudan a que la economía haya colapsado.
Hay que reconocerle al ministro el mérito de hablar sobre el elefante que está en el medio de la sala, sin mencionarlo. No esperábamos menos.
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