sábado, 3 de agosto de 2024

El gobierno de los burócratas


Nunca antes en la historia del mundo mercantil los burócratas habían tenido el poder que tienen hoy los funcionarios de la Comisión Europea en Bruselas; nunca bajo la idea de libre empresa y libre competencia se había concedido tanto poder discrecional, sin ninguna norma objetiva que describa los límites a sus decisiones.

Todas las medidas de limitación o regulación de la competencia carecen de un marco objetivo que las determine. Pongamos por caso la compra de Air Europa por parte de Iberia o de IAG, su matriz: ¿dónde está escrito el marco al que ha de ajustarse? ¿Cómo se puede saber si en cada ruta tiene que haber un competidor o no? Iberia ha ido a ciegas, igual que hubiera tenido que ir cualquier otra empresa en cualquier otro caso, porque no hay normas a las que remitirse. Nadie puede decir: “si hago esto, me van a autorizar la operación”, porque todo está en una nebulosa. Uno inicia este camino sin tener ni la más remota idea de qué contestará Bruselas –o, a veces, las autoridades nacionales– (Iberia comunica a Bruselas que renuncia a la compra de Air Europa).

La compra de Ita por parte de Lufthansa, que finalmente fue aprobada, funcionó exactamente igual: es un diálogo con un funcionario a partir de sus criterios subjetivos, jamás expuestos en un papel. La Comisión dice “suficiente” o “insuficiente” sin que nadie pueda aducir nada, porque no hay una referencia indiscutible (Luz verde a la compra de Ita Airways por Lufthansa).

Observen el concepto de “posición dominante”, que es anatema: consiste en que en un mercado, un proveedor tenga el dominio del mismo. Ahora bien: si usted como empresa ofrece un producto fantástico a un precio estupendo y como resultado de ello logra el dominio de ese mercado, entonces los burócratas empiezan a ponerle límites, como si ese dominio no hubiera sido obtenido lícitamente. Es el caso en España de Mercadona: esta cadena de supermercados, hoy líder, se hizo hueco en base a ofrecer producto calidad y siempre en un contexto de feroz competencia. Pues bien, ha de ir con cuidado porque en teoría tiene posición dominante, aunque tampoco nadie sabe bien desde qué punto es o no es tal cosa, dado que no hay nada escrito.

Otro caso similar es el de Ryanair: nadie se ha hecho un hueco entre las grandes aerolíneas como Ryanair, a fuerza de producto, calidad y precio. Hoy, sin embargo, tiene una clara posición dominante en muchos mercados, lo que la convertiría en un objetivo de los burócratas, si nos atenemos a sus argumentos más frecuentes a la hora de proteger al consumidor.

Vean, en cambio, que nada impide a Amadeus tener un ochenta por ciento de cuota de mercado con la indiferencia de las autoridades. Y el de Amadeus es uno de los muchos ejemplos. No olvidemos que su buscador preferido, o la red social que emplea, o donde subimos los vídeos que nos gusta compartir, son todas empresas casi monopólicas pero a nivel de España, ni de Europa, sino del mundo.

Si pensamos en competencia, el consumidor también aprecia poder volar en Emirates, en Turkish o en American. Si protegemos al consumidor, ¿también protegemos a estas aerolíneas?

¿Y qué habría ocurrido en los mercados si Air Europa no tuviera ayudas públicas? ¿Y si quiebra? ¿Hay que ayudarla porque su cierre crea un efecto negativo sobre la competencia?

Los mercados han de funcionar, desde luego. Y debe de haber acceso para que nuevas empresas accedan a competir. Pero eso debería tener algún tipo de concreción objetiva, que permita delimitar qué va contra la competencia. Efectivamente, es un terreno muy escurridizo, pero amerita un poco de normas. Que unos burócratas tengan tanto poder, que las empresas no sepan bien a qué atenerse, que no haya datos objetivos de referencia, es el caldo de cultivo ideal para la corrupción.

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