No siempre Gabriel Escarrer, el máximo ejecutivo de Meliá, acierta en el fondo y la forma de sus manifestaciones públicas. Sin embargo, esta semana hizo una serie de consideraciones impecables que merecen una reflexión detenida, porque caen en el momento oportuno.
En primer lugar, tiene razón al decir que es muy peligroso trasmitir la idea al visitante de que no lo queremos. Eso es lo que es una manifestación, especialmente si es una playa o en un lugar turístico. Primero, porque nosotros hemos ido a buscar a los turistas; segundo, porque los límites o su ausencia es un problema nuestro y tercero, porque es absolutamente falto de educación echarlos mirándolos a los ojos. Da vergüenza. Es profundamente ofensivo.
En segundo lugar, tiene razón en denunciar y cuestionar la oferta ilegal y poner también el dedo acusador en las plataformas que lo consienten (y yo agregaría en las autoridades, incapaces de aplicar sus propias leyes).
En tercer lugar, es evidente la necesidad de descalificar pisos turísticos y volver a la situación anterior a esta locura. Esto debería quedar mucho más claro, porque no basta con la oferta ilegal.
Y, en cuarto lugar, aunque es un tema menor, irrelevante, está bien –al menos para la galería–oponerse a los viajes de estudios. Aunque a uno también se le ocurre preguntar por qué sí hemos de aceptar las despedidas de solteros de los europeos y no los viajes gamberros de nuestros chavales.
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