domingo, 7 de agosto de 2022

Buscando soluciones al caos

 

La aviación en Europa está llena de disfunciones. En la lógica virtuosa de mercado, el que hace un esfuerzo debe recibir un premio; el que comete un error, da un mal servicio, es incompetente, merece un castigo. Es decir: si una compañía opera mal, tiene retrasos, da un servicio malo, el viajero le terminará castigando; si, por el contrario, es puntual, trabaja con rigor, da un servicio envidiable, debe aumentar su cartera de clientes. Pura lógica comercial, la lógica que la aviación debe preservar para poder funcionar correctamente. Esto es lo que se ha ido pervirtiendo y se ha de restaurar.

Por ejemplo, no es aceptable que una aerolínea que trabaja con rigor tenga que decirle a sus viajeros que sus aviones no vuelan por culpa del aeropuerto, sin que este tenga castigo comercial y económico alguno. Es el caso de KLM, por ejemplo. KLM es una buena compañía que se encuentra atrapada por el caos en el que se ha convertido el aeropuerto de Schiphol, en Ámsterdam. El viajero, incapaz de castigar al aeropuerto, castiga a KLM, optando por otras aerolíneas. Una clara disfunción.

Si el control aéreo de un país, desbordado por la demanda, carente de tecnología, o funcionando mal por incapacidad, complica la operativa de una aerolínea, esta paga el precio ante el cliente, incluso con indemnizaciones, sin que el control aéreo asuma responsabilidad alguna, sin que se puedan derivar los costes.

Si en un aeropuerto con handling centralizado, tan habitual en centro Europa, las cosas funcionan mal, la aerolínea se ha de hacer cargo de los problemas, sobre todo de la impopularidad ante el viajero, sin poder trasladar los costes al aeropuerto. Otra disfunción.

Todo esto debe transparentarse rápidamente porque de seguir así, ¿por qué los aeropuertos van a preocuparse del servicio que dan, si no pagan el coste de su incompetencia? ¿Por qué los gobiernos iban a cuidar sus controles aéreos, si no van a sufrir los efectos? Las aerolíneas tienen razón en que están en una encrucijada entre sus clientes y sus proveedores, sin que el legislador desbroce esta maraña normativa y de responsabilidades para transparentar la situación.

La crisis que vivimos exige rápidamente que esto se corrija.

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