Latinoamérica ha sido siempre un caso perdido en la aviación. Salvo Lan Chile, el resto ha sido una aventura. En primer lugar porque un mercado importante como Argentina está cerrado por las políticas delirantes de sus gobiernos; en segundo lugar, porque en el resto del continente las crisis han sido sucesivas, con más nombres en la lista de aerolíneas defuntas que compañías de éxito (sólo en Brasil se pueden recordar Varig, Cruzeiro, Vasp o Transbrasil); tercero porque hay muchos países sin aerolíneas propias (o con micro compañías), como Uruguay, Perú, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Venezuela, un caos por sí misma; y finalmente, porque nadie ha intentado nunca superar la fragmentación, cáncer de la región.
Pero Roberto Kriete tiene las ideas claras. El líder de Avianca está recorriendo brillantemente un camino necesario: primero, saneó lo fundamental de Avianca; segundo, absorbió Viva Air de Colombia y de Perú sin poner dinero adicional, y ahora incorpora a la brasileña Gol a un consorcio nuevo, Abra, que con una participación en Sky de Chile, podrá tener el control del 21 por ciento del mercado de Latinoamérica.
Kriete ha conseguido redibujar el escenario latinoamericano: ahora hay dos grandes grupos: Latam, con una marca única, y Abra, un conglomerado de marcas diversas y con poco largo radio. El primero con el 24 por ciento del mercado, el segundo con el 21. Es una empresa en condiciones de ofrecer una interlocución de nivel, capaz de aprovechar las oportunidades que ofrece la escala, y que si tiene ideas claras puede consolidarse. Una gran noticia para todos.
Kriete ha conseguido redibujar el escenario latinoamericano
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