La primera sorpresa del viajero en pandemia: piensas que con la falta de clientes los precios de los billetes aéreos estarán por los suelos. Craso error. El capitalismo se basa en la oferta y la demanda. Y si no hay demanda, la oferta baja y los precios suben. Un silogismo de primero de Aristóteles. Lo de las low cost funciona en modo rebaño: llenamos aviones a paletadas, damos un servicio de pena, pero somos baratos. Pero si no hay esas paletadas de turistas, no hay vuelos low cost. Anótelo la próxima vez que vaya a poner a parir a Ryanair.
Después tienes que superar la depresión de ver un aeropuerto más tristón que un tanatorio. La T1 de Barajas es una sombra de sí misma. Un único bar abierto, todas las tiendas cerradas (quién me iba a decir a mí que añoraría el Duty Free) y en las pantallas, cinco vuelos, ¡cinco! El más lejano, a Estambul.
Innumerables enjuagues manuales con gel hidroalcohólico y varias tomas de temperatura después, logró subir al avión. ¿Creen que iba vacío? Eso es porque se tragan todo lo que cuentan en los telediarios. Habrá pocos vuelos, pero van todos a tope. Codo con codo con tu vecino. Por eso decido usar una mascarilla FFP3.
Confirmo que, con ella de coronavirus no mueres. De asfixia, probablemente sí. Dios, es como llevar una pared de ladrillos en torno a nariz y boca. Era un vuelo de dos horas y media y aguanté, pero si tengo que cruzar un océano así, casi prefiero el coronavirus. La próxima vez me vengo con una FFP2. De hecho, es la que veo que lleva el personal de cabina, que se pasa el día en los aviones y hasta donde sé, no es un colectivo que caiga como chinches por el virus.
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La próxima vez me vengo con una FFP2. De hecho, es la que veo que lleva el personal de cabina, que se pasa el día en los aviones y hasta donde sé, no es un colectivo que caiga como chinches por el virus.
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