Mayanin porta una bolsa de plástico gris por la calle de José Ortega y Gasset. Acaba de salir de una de las tiendas más lujosas de la «Milla de Oro», concretamente, de moda francesa. El borde superior está sellado para que nadie pueda ver qué contiene. Aunque al principio se muestra recelosa de revelarlo, al ver que no pasa apenas gente a su alrededor decide contar que se ha hecho con un bolso negro de solapa, uno de los buques insignia de la marca. Mujer de un empresario hindú, llegó a Madrid –dice en un español correcto– hace poco más de un año. «No había gente en la tienda, solo los dependientes, que colocaban los productos y limpiaban las joyas», destaca. Su experiencia refleja que los efectos del coronavirus no han pasado de largo por las firmas de lujo de la capital, cuyas ventas han bajado un 60% con respecto al año pasado por la falta de turismo, según coinciden varios establecimientos.
La sensación es generalizada entre los responsables de las tiendas: sin asiáticos y americanos que hagan parada en Madrid, no hay compras de esta índole. «Nuestro cliente es, sobre todo, suramericano», cuenta el encargado de una firma italiana de ropa y complementos. Asegura que, como en el resto de la capital, en la época estival viven sobre todo de los viajeros que este año no llegan. «Las restricciones al ocio y el cierre de locales a la una de la madrugada han afectado. Madrid atrae mucho por su ocio y, si no hay ocio, no vienen», continúa el joven, que lleva tres años trabajando para la firma: «Y los españoles, algunos clientes que repiten, se han ido a sus segundas residencias de la playa, con lo cual, tampoco compran aquí durante estas semanas».
La siguiente parada de Mayanin es una firma de zapatos hechos a mano situada al otro lado de la calle. El encargado le abre la puerta, cerrada con llave, y le ofrece gel para echarse en las manos. En esta ocasión, sale con las manos vacías. No había la talla que estaba buscando, pero los empleados le aseguran que se la pedirán y que intentarán tenerla, como tarde, al día siguiente. «Mejor venir a comprar sin que haya muchas personas. Más tranquilo. Pero también da pena porque si la gente no gasta la economía se hunde», afirma, tras pensar durante un minuto cómo formular la respuesta.
Los dependientes de esta zona exclusiva confiesan que los dias se pasan «lentos», esperando que alguien se postre al otro lado de la puerta para poder abrirle. «Que entre no es sinónimo de que compre. Antes teníamos la certeza de que de cuatro personas que entraban, al menos dos compraban casi sin mirar el precio. Eso ahora no pasa», subrayan. Gracias a las conferencias por internet que hace con los jefes y con los responsables de otros establecimientos, en la citada firma italiana saben que «la sensación es generalizada en todos los países, al ser una pandemia mundial». «No es solamente producto del posible miedo que haya a venir a Madrid por las cifras de contagio», opina.
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Los dependientes de esta zona exclusiva confiesan que los dias se pasan «lentos», esperando que alguien se postre al otro lado de la puerta para poder abrirle. «Que entre no es sinónimo de que compre.
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