miércoles, 8 de julio de 2020

Un episodio siniestro y un inmerecido nombre: playa El Tirano. Por Evaristo Marín


Es muy difícil olvidar a Lope de Aguirre. Hasta llamamos El Tirano a puerto Fermín, como si ese recodo de playa de lindos amaneceres pesqueros tuviera que pagar, con un nombre que no merece, la culpa de haber sido el lugar de desembarco de tan sanguinario personaje. Insólito lo que se cuenta. Con el engaño de unos fabulosos tesoros, Lope de Aguirre atrajo hacia el puerto de Paraguachí al gobernador de la isla, Juan de Villadrando, y a sus oficiales más allegados. A todos los mandó a matar.

En medio de la conmoción que es de imaginar, Aguirre y los brutales tripulantes de su expedición, echaron candela a los barcos utilizados para navegar hacia el Atlántico por el Amazonas, desde el enigmático universo inca del Perú. El resplandor asustó a toda la Isla.

Con Margarita aterrorizada y cuando todavía se percibía el humo de sus navíos, el temperamental y paranoico Lope de Aguirre, decidió lanzarse de nuevo a navegar y obligó a los carpinteros de Pampatar a construirle otros barcos. De paso casi se los lleva en su tripulación con rumbo desconocido. Alertados, los carpinteros se esfumaron de Pampatar en la víspera del zarpe. Por si acaso, ni rastro de familia dejaron.

La estatua de Lope, forjada en Italia en 1950, se encuentra en el Museo Nueva Cádiz

Personaje que tiene por siempre para el margariteño la imagen de todo lo tenebroso, cuando en 1950, en el mandato de Pérez Jiménez le erigieron en el lugar de su desembarco una estatua de bronce, el gobernador Heraclio Narváez Alfonzo entendió muy pronto el resquemor y la repulsa que tan inmerecido homenaje provocó y optó por desmontar y enviar la famosa estatua a la antigua cárcel de Margarita, poco después convertida en el Museo Nueva Cádiz de La Asunción

Las campanas de la antigua iglesia de La Asunción redoblaron por la muerte del gobernador de la isla ordenada por Aguirre

Ningún mejor sitio para recordarlo que aquel en el cual se le ve como un preso de bronce, de gruesa armadura. Es así como se le representa en esa gigantesca estatua que iba a estar –y gracias a Dios y a la Virgen del Valle, no está– frente al mar de Paraguachí, en el sitio que recuerda su ingrata presencia en la Margarita de 1561.

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