Después de salir muy temprano desde Valencia, cuando ya estoy entrando a Barquisimeto, veo como la grandeza de El Obelisco me recibe y yo, desde mi ventana, lo abrazo con la mirada de la misma forma en la que se abrazan dos amigos que no se ven desde hace años, tenemos historia y ambos lo sabemos.
A medida que transito por las calles de la ciudad crepuscular llega el guayabo, pero como llega se va, así que decido relajarme, porque todavía me queda camino por recorrer, tengo que rodar mucho más, debo llegar al pueblo de Barbacoas, el cual sin dudas es uno de los más hermosos que he visitado. En esta población larense me espera uno de sus destinos definitivos más emblemáticos: la contundente Cascada del Vino. En mi mochila no llevo casi peso, estoy viajando ligero, solo me acompañan mi equipo de camping, una cantidad no muy ostentosa de efectivo, mis 2 cámaras, dos mudas de ropa, documentos personales, el celular, una lata de leche condensada y 4 cachapas. Mi corazón me dice que esto va ser una aventura.
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