No tengo nada en contra de querer relajarse en un camastro en la playa o de apuntarse a un clásico paseo de catedrales, monumentos y museos, pero para los viajeros como yo (y supongo que para algunos como ustedes) las vacaciones ideales son las que combinan la relajación y las excursiones con hallazgos inesperados por calles estrechas, conversaciones alegres con lugareños sorprendentes y vueltas equivocadas para de pronto encontrar tesoros ocultos.
Pues bien, esas experiencias no se ofrecen en paquetes de viaje. Se requiere de buena suerte para toparse con un campesino sueco que te invite a la casa de su amigo, fanático de los Beatles, para escuchar música y beber whiskey; con el puesto agrícola de Montana con los duraznos más jugosos que te puedas imaginar, o con el propietario de un restaurante albanés a la orilla del mar que te reta a regresar a las seis de la mañana para ir por la pesca del día siguiente.
Esos han sido algunos de mis momentos de serendipia viajera. Quizá no puedan repetirse, pero es bastante fácil crear los tuyos. La serendipia es básicamente un sinónimo de buena suerte, pero difícilmente es azarosa. "Cuanto más te esfuerces, más suerte tendrás", dicen quienes practican golf. La buena noticia para los trotamundos es que no necesitan invertir horas de práctica turística para mejorar su desempeño como viajeros.
Visita lugares poco frecuentados
No puedes obligar a un lugareño a charlar contigo, como lo he descubierto en demasiados trayectos incómodos en autobús. Sin embargo, puedes aumentar tus posibilidades si visitas países, regiones o ciudades donde no tengas que forzarlos. Mi axioma de viaje más importante: cuantos menos visitantes tenga un lugar, más dispuestos estarán los habitantes a que hables con ellos. En otras palabras, es poco probable que te hagas amigo de un parisino que vive a una cuadra de la Torre Eiffel. (A menos que sea parte del sector turístico: los vendedores de recuerditos en todo el mundo usualmente están más que dispuestos a ser amigables).
Donde las multitudes son escasas o por lo menos no son tan constantes como en Venecia, los lugareños a menudo sienten tanta curiosidad por los turistas como los visitantes sienten curiosidad por ellos. Así que cuando quieras viajar, considera alternativas que no sean tan vistosas, pero que tengan mucho que ofrecer y que además no tengan multitudes. Cerdeña en lugar de la Toscana; Kuélap, Perú, en vez de Machu Picchu; Argelia en vez de Marruecos.
Leer mas: https://www.nytimes.com/es/2018/11/15/lugares-escondidos-turismo/
Pues bien, esas experiencias no se ofrecen en paquetes de viaje. Se requiere de buena suerte para toparse con un campesino sueco que te invite a la casa de su amigo, fanático de los Beatles, para escuchar música y beber whiskey; con el puesto agrícola de Montana con los duraznos más jugosos que te puedas imaginar, o con el propietario de un restaurante albanés a la orilla del mar que te reta a regresar a las seis de la mañana para ir por la pesca del día siguiente.
Esos han sido algunos de mis momentos de serendipia viajera. Quizá no puedan repetirse, pero es bastante fácil crear los tuyos. La serendipia es básicamente un sinónimo de buena suerte, pero difícilmente es azarosa. "Cuanto más te esfuerces, más suerte tendrás", dicen quienes practican golf. La buena noticia para los trotamundos es que no necesitan invertir horas de práctica turística para mejorar su desempeño como viajeros.
Visita lugares poco frecuentados
No puedes obligar a un lugareño a charlar contigo, como lo he descubierto en demasiados trayectos incómodos en autobús. Sin embargo, puedes aumentar tus posibilidades si visitas países, regiones o ciudades donde no tengas que forzarlos. Mi axioma de viaje más importante: cuantos menos visitantes tenga un lugar, más dispuestos estarán los habitantes a que hables con ellos. En otras palabras, es poco probable que te hagas amigo de un parisino que vive a una cuadra de la Torre Eiffel. (A menos que sea parte del sector turístico: los vendedores de recuerditos en todo el mundo usualmente están más que dispuestos a ser amigables).
Donde las multitudes son escasas o por lo menos no son tan constantes como en Venecia, los lugareños a menudo sienten tanta curiosidad por los turistas como los visitantes sienten curiosidad por ellos. Así que cuando quieras viajar, considera alternativas que no sean tan vistosas, pero que tengan mucho que ofrecer y que además no tengan multitudes. Cerdeña en lugar de la Toscana; Kuélap, Perú, en vez de Machu Picchu; Argelia en vez de Marruecos.
Leer mas: https://www.nytimes.com/es/2018/11/15/lugares-escondidos-turismo/
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