martes, 1 de noviembre de 2016

Viajando sin dejar huellas - Álvaro Montenegro Fortique


Viajar al río Caura resulta una experiencia única en Venezuela, que vale la pena vivirla para pasar unos días inolvidables. El Caura es tan especial por ser tercer río más grande del país, con 725 kilómetros de largo, y una cuenca de naturaleza pura, que tiene más de 5 millones de hectáreas de selvas vírgenes. El río y su cuenca están completamente dentro del estado Bolívar, estando su nacimiento en la frontera con Brasil, y su desembocadura en el imponente río Orinoco.

Comenzamos nuestra aventura exactamente en el pueblo de Las Trincheras, ubicado a unos 250 kilómetros y cuatro horas aproximadamente de Ciudad Bolívar, hacia la carretera que conduce a Caicara del Orinoco. Antes de llegar al pueblo de Maripa, uno se desvía hacia el sur por una carretera de tierra muy sola, y llega al Las Trincheras, que fue alguna vez un rico y vibrante centro del comercio de sarrapia, con más de 2.000 habitantes. Sin embargo, la sarrapia ya no se vende como antes en los mercados europeos, la riqueza se esfumó y hoy en día el pueblo es una pequeña aldea que posee tan sólo 100 pobladores, quienes recuerdan con nostalgia los cuentos de sus antepasados hablando de la bonanza de aquél entonces.

Alojamiento en la selva

En Las Trincheras hay una posada llamada Caura Lodge que es bella sin pretensiones, mágica por el lugar y encantadora por el servicio que allí brindan. Tiene seis habitaciones muy cómodas con sus baños, esparcidos alrededor de un restaurante y una churuata-bar, a lo largo de una colina delicada que termina en las riberas del río Caura.
La vista desde casi todos lados de la posada es misteriosa, pero de una simplicidad tan perfecta, que te va a conmover. Allí vas a encontrar mucha selva y vegetación tropical entre las caminerías, que llevan a otra churuata enorme de dos pisos, donde se puede dormir en hamacas con mosquiteros. Esa churuata es ideal, para aquellos que desean estar más cerca de las noches insólitas en la selva.
Como para terminar de conectarte con el mundo admirable de la selva, la posada posee una casita encima de un inmenso árbol, que provoca los más irresistibles deseos de aventura, generando curiosidad; emoción; y una tranquilidad que hace sentir una conexión inexplicable con la hermosa naturaleza.