"Tú deberías llamarte Adriano, porque Adriano VI fue el reformador y hace falta reformar y otro decía, tu nombre debería ser Clemente por Clemente XV y así te vengas de Clemente XIV que suprimió la compañía de Jesús… elegí Francisco, porque Francisco de Asís, es el hombre de la paz, que nunca olvidó a los pobres y las guerras, este hombre ha entrado en mi corazón", indicó en tono jovial y sereno, el Papa latinoamericano que pasará a la historia como uno de los más receptivos, audaces y modernistas representantes del cristianismo de todos los tiempos. Es Francisco I quien esté donde esté, marca pauta vanguardista, controversial y polémica, un pontífice carismático y humilde, cuya filosofía esencial, es consecutivamente andar por los caminos de la vida, construyendo puentes en vez de levantar muros.
No sólo con su seudónimo ha sido amplio, justo y equilibrado, es su actitud en todos los ámbitos. Su sorprendente gira por los países suramericanos Ecuador, Bolivia y Paraguay lo confirman, aportando un impactante clima renovador a la Iglesia católica, una de las pocas religiones del planeta que ha entendido sin complejos, la urgente necesidad de adaptarse a los avances de la civilización, sobre todo en los aspectos políticos, económicos y sociales donde el curso de la historia no se detiene.
La ecuanimidad resalta aún más, cuando en el transcurso del viaje, después de haber recibido en Ecuador, aplausos, cantos, poesías, clamor de niños y collares de flores, otorgados tanto por miles de ciudadanos comunes y silvestres, hasta por monjitas de la caridad. En Bolivia, durante su visita de cortesía al palacio presidencial en La Paz, el presidente Evo Morales entregó al Papa Francisco, una talla de Cristo con una peculiaridad, a modo de cruz están una hoz y un martillo, un crucifijo comunista que el Gobierno boliviano defiende como símbolo de los agricultores y obreros, que son pueblo de Dios. El clérigo argentino no manifestó particular reacción, solamente su rostro reflejó cierto asombro y desconcierto pasajero, mostrando silencio, mirada comprensiva y una leve sonrisa, propio de su elevada condición humana, regalando a su vez un mosaico de la Virgen y una copia de su reciente encíclica sobre el medio ambiente de absoluta autoría, tras tres años en el papado.
El Papa Francisco de seguro llevará a estos pueblos engañados por tanto político deshonesto, demagogo y populista, no solo su valiente mensaje sobre la paz como es lógico, sino su palabra abierta, optimista y tolerante sobre las diversas problemáticas que aquejan a la humanidad, observando a su vez e interpretando con silencio oportuno, cómo algunos países latinoamericanos siguen paralizados, retrocediendo hacia la barbarie del socialismo y el irrespeto por la vida y los derechos humanos, olvidándose de construir espacios donde se conjugue justicia, equidad, desarrollo científico y tecnológico, única garantía de consolidar el continente de la esperanza que tanto trajino Juan Pablo II.
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