sábado, 8 de noviembre de 2014

Buchones de otros lagos Por Eliana Pineda A. / Periodista

Para Siglic Gutiérrez , defensor incansable de los buchones del Lago marabino

Ya llegaron las piraguas desde el distrito Colón, trayendo hasta el malecón palomita y yaguasas , también traigo el alcoholado, agua florida especial, el jabón que es ideal y talco muy perfumado, cantaba el inolvidable Astolfo Romero en su genial gaita El Mercado de los Buchones, palabras de antología, ilustrando con minuciosidad, imágenes de una época bulliciosa, colorida y feliz del histórico muelle a orillas del Lago de Maracaibo, cuando habitantes y naturaleza besados por la suave brisa, convergían en un solo contexto , conformando una estructura compacta e integrada entre el elemento social y el ambiente.

Bajo el incandescente sol, esa gran tienda ambulante, abrazada por aguas lacustres, expendiendo desde animales silvestres, frutas excéntricas, especies de las Indias Orientales, hasta originales y recónditas aromas a visitantes propios y extraños, era permanentemente acompañada por los legendarios pájaros buchones, aves palmípedas, acuáticas de casi dos metros de largo, pico ancho y con la piel de la mandíbula inferior en forma de bolsa, caracterizados por posarse confiados y serenos en las costas por largas temporadas del año para luego alzar vuelo armonioso por firmamentos remotos, llevando en sus alas infinitas vivencias de los pobladores marabinos.

Hace mucho, más de medio siglo, mi padre el viejo Gustavo Rodolfo Pineda Urdaneta, comentaba que al llegar los viajeros al puerto maracaibero, procedentes de tierras surlaguenses, la primera jornada era bañarse en la ribera y allí entre peces autóctonos y los apacibles buchones, un lago transparente de azules aguas, regalaba orgulloso sus marullos a todos aquellos que alegres e identificados con este hábitat singular, disfrutaban de contar con áreas de pujante comercio y a la vez zonas donde la naturaleza marina, brindaba el mejor paisaje otorgado por el supremo creador.

Este era un lugar típico, sumamente frecuentado por gente de todas las clases sociales, hombres rudos, cargadores incansables de mágicos racimos de plátanos, elegantes caballeros con su clásica pajilla, damas ataviadas con telas multicolores y sombreros impresionantes, estoicos indígenas, turistas antillanos, infinitos personajes que en la actualidad, al igual que los pájaros buchones ya no están y al igual que estas aves ya no cuentan con las condiciones naturales ni estructurales para visitar este espacio único irrepetible.

Los buchones se han ido, han partido. Datos científicos revelan que no están extinguidos, han marchado a otros lugares, a otras orillas en busca de nuevas expectativas, persiguiendo sueños y realidades más prometedoras. Decidieron estar en las islas cercanas de San Carlos y Maracas o cualquier mar del mundo. En los alrededores del malecón marabino estaban atrapados en asentamientos urbanos que hoy se han vuelto explosivos, originando la pérdida de su entorno propio y genuino, una atmósfera pesada dependiente de los automóviles, la contaminación y el ruido inclemente, excluyéndolos y convirtiéndolos en seres ajenos a su ecosistema, incidiendo aún más en su emigración, la alteración biológica sufrida en las aguas del lago que aleja cada vez más la posibilidad de contar con mercados a cielo abierto que vendan la esperanza de tener gente dicharachera, peces y buchones junto a un lago de cristal.

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