martes, 1 de octubre de 2013

Bayamo de sol a luna / Mónica Baró


La ciudad de Bayamo, capital de la oriental provincia cubana de Granma, despierta temprano, aunque no para apresurar amaneceres. Se anticipa al sol porque no quiere que sus luces cometan la indiscreción de descubrir el polvo pendiente del día anterior. Se trata de una ciudad meticulosa. Desde las cinco de la mañana, aproximadamente, sus calles, parques y paseo –no le dicen bulevar- se convierten en escenarios de una sinfonía espontánea de escobas y brilladores.

Antes de que los pies se coloquen en los zapatos y los zapatos se coloquen en los caminos, ya los esplendores de los suelos exhiben la impronta de una brigada madrugadora que muy pocos alcanzan a encontrar. Cada jornada inicia con la justa exaltación de la limpieza.

Para los ojos nativos es probable que un entorno sin folletos promocionales o sobres de alimentos no suponga motivo de asombro. Suele ocurrir cuando lo extraordinario se torna cotidiano. Pero si los ojos provienen, por ejemplo, desde La Habana, no podrán menos que extrañarse ante el impecable destierro de desperdicios. Cualquiera podría creer sin demasiado esfuerzo imaginativo que se encuentra cobijado en una casa de muñecas. Y no en una desvencijada tras horas miles de juego. Una casa de muñecas como las que descansan en las repisas bajo la estricta custodia de adultos nostálgicos de su infancia.

Una ciudad con 500 años candentes de historia, aunque no se comporte como un museo convencional porque mucha gente la viva y visite, debe expresar el halo sublime de un museo. Lograr combinar la conservación estructural de la casa sobre la repisa con el espíritu de la casa desvencijada. Conciliar el pasado y el presente sin que uno reduzca al otro. Permitir a quienes la habiten y recorran interactuar con sus espacios y construcciones. Agarrar sus cinco siglos de existencia y recrear con sus innumerables historias la identidad de la región. Eso es, exactamente, lo que distingue a esta villa.

Sin temor a absolutismos se podría afirmar que Bayamo se define a partir de la relación con su historia. Es tal el sentido de pertenencia que expresan los bayameses hacia ese pedazo vital del Oriente cubano, que no hay dudas de que serían capaces de ofrendar otra vez su ciudad a los brazos del fuego, si se hallaran ante una encrucijada similar a la que enfrentaron sus antepasados, el 12 de enero de 1869. Las mujeres y hombres de hoy se moldean con el mismo barro. Se les nota en la mirada, las palabras, gestos, maneras de caminar. El orgullo emite latidos intensos, pero sin desesperar en vanidad.