Salvador es una urbe conservadora que mantiene como pocas la herencia de los esclavos y busca consolidarse como un destino referencial para el turismo étnico. Su gastronomía, religión, arquitectura y manifestaciones artísticas giran en torno a este legado ancestral
Con 2,9 millones de habitantes, Salvador es la tercera mayor ciudad de Brasil por detrás sólo de São Paulo y Río de Janeiro, y en proporción es, de lejos, la que más población negra alberga, con cerca del 80 por ciento de sus habitantes descendientes de los esclavos africanos.
La cultura negra impregna toda la ciudad. Se ve en sus vistosas danzas y en la capoeira, mezcla de baile y lucha inventada por los esclavos; se huele y saborea en su culinaria fuerte y apimentada, al gusto de los esclavos; se escucha en su música a base de percusión y se palpa en su arte.
El secretario de Turismo de Bahía, Domingos Leonelli, explica que, por todas estas razones, Salvador se configura como un destino interesante para los turistas negros, en especial los estadounidenses, que "quieren buscar su identidad y sus raíces".
La apuesta de la mayor ciudad del noreste brasileño es servir de puerta de África para todos esos afrodescendientes, por ello la gobernación realiza acciones promocionales en ciudades con mayor población negra de EE UU, como Atlanta, Nueva York o Filadelfia.
Una de las mayores atracciones para el turismo étnico es la fiesta de la Hermandad de la Boa Morte, una organización de descendientes de esclavos del Cachoeira, a 100 kilómetros de Salvador.
Durante cinco días, las hermanas salen a la calle para sus procesiones y ritos de candomblé, religión con raíz africana, que se mezclan con samba.
También se potencia, como no, el Carnaval de Salvador que, a diferencia del de Río de Janeiro, tiene un fuerte componente negro con los "blocos afro", bandas de timbales que tocan una música poderosa y envolvente que trae ecos de la África ancestral.
La cultura negra se siente en cada esquina de la urbe, en detalles como las densas humaredas que impregnan las calles del olor intenso de aceite de palma en el que se fríen los "acarajés", comida originaria de los esclavos.
Estos bollos de yuca empanizados, rellenos con camarones y verduras picantes, constituyen uno de los platos típicos de Bahía y son preparados en cualquier puesto callejero, donde se apostan las bahianas, las cocineras que se visten con ropas blancas y abultadas, atuendo coronado con un turbante.
Herencia artística
En Salvador el legado cultural de África también está presente en el arte, que exhibe su máxima expresión en el Museo Afrobrasileño, que se encuentra en la Facultad de Medicina, en el corazón del Pelourinho, barrio histórico que sirvió durante siglos como mercado de esclavos. MANUEL PÉREZ BELLA / EFE / El Tiempo.com.ve
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