La historia es absolutamente rocambolesca. Vean: Estados Unidos, como saben, tiene básicamente cuatro aerolíneas de low-cost: Southwest, que no tiene nada que ver con lo que vamos a contar; Frontier, que va, aunque no brillantemente; JetBlue, que va bien, aunque su modelo no es muy ortodoxo y, finalmente, Spirit, la más barata y más agresiva (Spirit sobrevive al fin de semana de su cierre).
Un día, en febrero de 2022, con lógica, Frontier y Spirit anunciaron que habían llegado a un acuerdo para fusionarse. En ese momento era fundamentalmente una fusión. Era una buena idea porque sus territorios se complementaban y juntas podrían hacer frente a la competencia con más potencia. El matrimonio daría lugar a la quinta aerolínea más grande del país. Pero JetBlue lanzó una oferta inmediatamente por Spirit. Las negociaciones con Frontier seguían adelante y JetBlue refuerza su oferta. Una y otra vez hasta que finalmente los accionistas de Spirit, tentados por el dinero, abandonan a Frontier por JetBlue.
El acuerdo se firma, pero no pasa el control de las autoridades de Competencia, de forma que Spirit, pasado un tiempo se queda como estaba. O peor. En realidad, mucho peor. Y a los pocos meses, suspende pagos. Quiebra, en lenguaje un poco más crudo. Pero en poco tiempo, tras vender algunos aviones, vuelve a la normalidad. Que en realidad no era tal cosa porque a los meses, muy pocos meses, Spirit vuelve a quebrar. Y ahora las cosas se ponen mucho más feas porque ya el agujero es grande.
Esta es la situación hasta esta semana pasada: Spirit en la ruina, Frontier mejor, pero sin echar cohetes, y las otras a lo suyo.
Este lunes, el Consejo de Frontier despidió a su CEO porque los resultados no son muy brillantes. Eso es lo que se dijo, pero viendo que, al día siguiente, o sea este miércoles, Frontier anuncia conversaciones formales con Spirit para comprarla, entendemos que la historia ha dado toda una vuelta de 360 grados y acaba donde empezó: Frontier y Spirit, ahora ambas muchísimo más debilitadas, negocian su fusión (Frontier echa a su CEO por no ser como O’Leary).
Lo de Spirit es tremendamente complicado. No hubiera llegado a hoy si este fin de semana pasada se hubiera cumplido el pronóstico de quiebra. Pero Spirit consiguió 50 millones de dólares, probablemente muy condicionados, para sobrevivir. La condición, seguramente, era su matrimonio con Frontier.
Así, impuesto por el mercado, a trancas y barrancas, Estados Unidos está hoy asistiendo al nacimiento de una ‘gran’ aerolínea low-cost, que dejará el país en manos de dos low-cost potentes, Southwest y la fusión Frontier-Spirit. Hay otras, pero con unos perfiles diferentes, muy peculiares.

