Las turbulencias han aumentado en 55% en las últimas cuatro décadas| Foto Getty Images
"Vimos sangre en el techo... Era un caos total".
Eso fue parte de lo que contó un pasajero de un vuelo de la aerolínea Singapore Airlines que se vio afectado por fuertes turbulencias al volar por el sur de Myanmar en 2024. "Había mucha gente tirada en el suelo", relataba.
A inicios de este año, un avión Boeing 787 de United Airlines también sufrió fuertes turbulencias mientras sobrevolaba Filipinas. Una azafata salió disparada contra el techo, lo que le provocó una conmoción cerebral y una fractura en el brazo.
Incidentes de fuertes turbulencias como estos están aumentando como consecuencia del cambio climático provocado por las actividades humanas.
Las turbulencias severas en aire claro (CAT, por sus siglas en inglés), es decir, aire muy agitado que es invisible para los satélites, los radares y el ojo humano, han aumentado un 55% desde 1979, cuando comenzaron los registros meteorológicos fiables, según una investigación de Paul Williams, profesor de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Reading (Reino Unido).
Se prevé que las turbulencias se tripliquen en todo el mundo para la década de 2050 y que tengan un impacto importante en las rutas de Asia Oriental y el Atlántico Norte.
Esto podría influir en que la gente ya no quiera volar. Entre las razones más comunes que dan las personas para justificar su miedo a subirse a aviones se encuentran la pérdida de control y una experiencia previa con turbulencias.
Pero las turbulencias, además de ser potencialmente peligrosas, también suponen un costo para la industria de la aviación, ya que causan desgaste a los vehículos y alargan algunos vuelos, pues los pilotos intentan evitarlas. Estas maniobras implican un mayor consumo de combustible y un aumento de las emisiones de gases contaminantes.
Aunque las turbulencias suelen ser más una cuestión de incomodidad que de lesiones o muerte, el aumento del volumen de movimientos caóticos en la atmósfera significa que las aerolíneas, los científicos y los ingenieros se enfrentan al reto de encontrar formas de mitigar el problema.
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