martes, 1 de abril de 2014
Las Galeras, una playa muy cerca del cielo
Medio de casualidad, entre búsquedas y búsquedas de algún hotel todo incluido en algún destino con el descanso como objetivo, dimos con Las Galeras: una agreste playa al norte de la península de Samaná, en República Dominicana. El pueblito, que tiene unas pocas cuadras centrales surcadas por guaguas, motoconchos, taxis y todo tipo de transeúntes, incitaba a soñar con lo más parecido a la paz.
Al menos según se podía divisar desde donde estábamos, sólo se asomaban algunas viviendas particulares, y un pequeño hotel de un francés bohemio que parecía haber elegido Las Galeras como medio y forma de vida.
El resto era sólo paisaje verde de fino césped, rocas y aguas transparentes, tranquilas y amigables. Un interminable hilo de palmeras y una arena inmaculada resolvían el paisaje de la manera más exitosa.
Ahora bien, más allá del merecido descanso y del gozo visual noté que en este simpático pueblo Dios era, por lejos, la palabra que más veces había leído incluso desde que había pisado suelo dominicano dos días antes.
El arribo a Santo Domingo me hizo dar cuenta de que todo se encontraba inundado de religión: las primeras iglesias católicas apostólicas romanas de América, los templos de diferentes ramas seguidoras de Dios, y todo el misticismo que embriagaba a esta ciudad y al resto del país.
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