Es preocupante observar que empresas privadas eficientes (líneas aéreas, bancos, etc) se han contagiado de uno de los rasgos distintivos del régimen, la ineficiencia, el pésimo servicio. El pasado domingo 3 de noviembre, nos cuenta un amigo, que desde que salió de playa Guacuco, hasta que llegó a su casa en Caracas, transcurrieron 10 horas. Como ciudadano responsable llegó al aeropuerto de Porlamar a la 1 pm, pues el vuelo de Laser salía a las 3 pm. Terminó alzando vuelo a las 6:45 pm, o sea, tres horas, cuarenta y cinco minutos de retraso. Lograron convertir la duración de 35 minutos del vuelo, en 55, y al llegar, aterrizaron en la pista, donde la línea dispuso de un autobús que obligo a casi la mitad de los pasajeros a esperar su retorno dentro del avión y sin aire. Desde el momento del aterrizaje hasta el retiro del equipaje, luego de cambiar la correa varias veces, pasó algo más de una hora. Las oficinas del aeropuerto, que se suponen expenden el tique para utilizar el servicio de taxis y evitar especulaciones, no tenía funcionarios, por lo cual tuvo que pagar lo que le pidieron para subir a Caracas, pues estaba agotado. En ningún momento hubo información oportuna y cierta sobre el motivo de la cadena de retrasos. Solo queda pensar en la genialidad que le fundió el cerebro a Rizarra cuando invento que hacer turismo en Venezuela es "chévere"
Tal Cuál digital