La Feria de La Chinita está cumpliendo 48 años. Es conveniente recordar que no es el evento ferial el que estimula la presencia del pueblo, sino al contrario, es la presencia masiva del pueblo volcado sobre la fiesta religiosa de su patrona la que le sirve de marco y de soporte a la Feria. Antes fue la fiesta religiosa y después la Feria.
La cultura popular zuliana fue progresivamente creando alrededor del 18 de noviembre, Día de La Chinita, un acontecimiento regional propio, de características singulares en el país. Todos los pueblos en Venezuela tienen sus fiestas patronales, pero ninguna ha tenido jamás una tan incrustada en los sentimientos y conciencia colectiva como esta del Zulia.
El Día de La Chinita se esperaba con expectativa, como se espera la Navidad. Bajaban de todas partes de la ciudad, de la región y del país zulianos que convergían el 18 de noviembre sobre la plaza de la Basílica a ofrecerle a la Virgen el testimonio sencillo y muchas veces inconsciente de su fe. Esa romería que se producía sin decretos ni acuerdos, resoluciones ni ordenanzas, constituye el acto de masas más importante y más grande en la historia del Zulia.
La víspera de la fiesta es un auténtico año nuevo zuliano. Mientras tanto, interminables filas de personas pasan frente a la reliquia en un peregrinaje popular lleno de fervor, de superstición en unos casos y de fe auténtica en muchos otros.
Pero lo auténticamente zuliano es la procesión de la Virgen, las multitudes lanzadas a la calle, la gaita, la picardía marabina; esa presencia activa del pueblo en su indeclinable papel de protagonista de los acontecimientos sociales no se puede decretar, porque quienes convocan al pueblo no son los gobernantes, sino las creencias religiosas insertadas en la cultura regional, donde la Virgen, quizás por el trasfondo matriarcal de nuestra sociedad aborigen, gobierna el corazón y los sentimientos del pueblo zuliano. Eso, en verdad, es la Feria
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