Punta Bergantín es un proyecto turístico interesante que apasiona a sus promotores e ilusiona a los inversores. Nada que ver, y dicho sea sin menosprecio, con el previsto en Pedernales. Las razones son varias y aquí ya la hemos expuesto: se trata de un desarrollo hotelero-residencial en una zona consolidada que tiene un aeropuerto próximo y un segundo, el de Santiago, no lejano.
El mayor éxito de Punta Bergantín pasa por seguir captando inversores de reconocido prestigio, con nombres de hoteleras señeras, de sólida trayectoria empresarial y comercial, que sean conocidas en los mercados emisores de Norteamérica, Europa y Latinoamérica y, sobre todo, que posean líneas aéreas. Puerto Plata necesita más movimiento aeroportuario que portuario.
Los ejecutivos del proyecto puertoplatense deberían hacer un esfuerzo en llegar a un acuerdo con el principal grupo canadiense, pues a su acreditada marca hotelera (asociada a la líder mundial) hay que añadir su división de viajes y, muy a tener en cuenta, su compañía aérea. En esta línea, sería muy positivo que el grupo español que estudia implantarse conceda su beneplácito porque integra a hoteles, agencias y aerolínea.
Marcas que aporten poco (por carecer de renombre, por no estar asociados a las grandes multinacionales o por no tener gran músculo financiero) es un sinsentido estratégico. En Punta Bergantín hacen falta inversores con experiencia y no simples gestores. Y en todo caso, gestores de prestigio.
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