Acabo de ver que se ha lanzado el proyecto “Smart Beaches” que, traducido, significa “Playas Inteligentes”.
En la letra pequeña, se explica que esto consiste en un sistema electrónico que permite tener una constante monitorización de los riesgos que puedan existir, del número de personas que acuden a la playa, el viento, calidad del agua y todo eso.
O sea que el ser humano avanza: vean el cambio.
Antes íbamos a la playa despreocupados, con una toalla y poco más. Nos metíamos en el agua, nos dábamos un baño, volvíamos a nuestra toalla y, si acaso, leíamos un libro.
Ahora, en cambio, disponemos de información sobre los riesgos bacteriológicos, sobre el viento, la calidad del agua y los ácidos que puedan existir en las inmediaciones. Lo cual nos permite comprender todo lo que ocurre y estar alertas. Ahora hemos de ir a la playa con una tablet llena de datos y no dejar de escuchar las alarmas, por si acaso.
¿Nos damos cuenta que esto, de evolución tiene bien poco? Más bien debemos hablar de involución. Porque cómo vamos a comparar el relax de vivir en paz, despreocupados, con la idiotez de ir pendientes de todas las variables existentes.
Si no fuera por el negocio que hay detrás, yo proclamo que no quiero playas inteligentes y que los culpables de este invento sean desterrados.
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