Lejos de callar, Disney se ha lanzado contra el gobernador de Florida, Ron DeSantis, en lo que es una guerra frontal y abierta entre las dos partes. Primero fue el gobernador el que atacó a la empresa turística, dueña de los parques más famosos de Florida, por su progresismo en cuestiones de género y por criticarle su gestión en este tema. Anunció medidas para acabar con los privilegios de Disney que se remontan a los años sesenta y que son bastante desmedidos (Disney: Florida le declara la guerra con peajes e impuestos).
Pero Disney ha replicado: acusa a DeSantis de haber puesto en marcha una campaña contra ellos, de oponerse a su libertad de expresión. Y dice que ahora esto amenaza su futuro económico.
Disney había dicho que el gobernador no debía de haber restringido la enseñanza de cuestiones de género en las escuelas de Florida. Ello, en respuesta, llevó a que DeSantis acabara con el estatus especial del parque que le daba incontables ventajas administrativas, entre ellas la autoadministración de sus parques incluso en asuntos públicos.
DeSantis no es uno cualquiera y se juega mucho porque suena como uno de los rivales de Donald Trump para ser candidato a presidente por los republicanos de cámara a la presidencia, en competencia con Joe Biden, el actual presidente.
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