La Fundación Venezolanos Unidos en Aruba señala que, desde el inicio de la pandemia, al menos 640 compatriotas han retornado al país, y destaca los problemas económicos y dificultades legales que enfrentan quienes buscan refugio en esta isla del Caribe Neerlandés
Marllory Medina lleva 34 años viviendo en Aruba. Durante todo este tiempo, ha visto como ha cambiado la situación de los venezolanos en la isla, especialmente en este último periodo caracterizado por el aumento de la migración provocada por la emergencia humanitaria compleja y la crisis política que sacuden a Venezuela.
Medina es la presidenta de la Fundación Venezolanos Unidos en Aruba, cuyo propósito es brindar ayuda a cualquier persona que lo necesite, sin distingo de ningún tipo. Apoyan con comida, ropa, zapatos, recomendaciones de salud y también con información sobre algunos trámites legales.
La iniciativa arrancó en 2017 con el proyecto llamado Venezuela para dar asistencia a hospitales en suelo venezolano, con recaudaciones que efectuaban en Aruba. Posteriormente, un grupo decidió constituirse legalmente y registraron la fundación en la notaría.
“En la junta directiva tenemos a 11 personas trabajando conmigo, también tenemos un departamento de salud donde hay médicos venezolanos, ellos nos asisten con videollamadas o consejos para los pacientes que lo requieran. Allí trabajan 21 profesionales, incluyendo médicos y enfermeras”, relata la activista.
Tienen el proyecto de abrir un comedor popular en el centro de Oranjestad. Por ahora, comenzarán los domingos, en el tercer piso del centro comercial Palm Beach Plaza, entregando comidas entre las 11 de la mañana y las 2 de la tarde. El comedor será para niños y ancianos.
“En la fundación tenemos registradas a 180 personas que pertenecen al grupo de refugiados y asilados políticos y el año pasado, en medio de la pandemia, se nos ocurrió hacer una sopa para aportarles a ellos. Fue un éxito completo. Luego, nos enfocamos en 100 niños que están en situación de necesidad, de varias nacionalidades, les ayudamos con ropa y comida”.
En ocasiones, atienden necesidades de madres embarazadas que dan a luz y carecen de ropa para el bebé o alimentos. “Ayudamos lo más que se pueda”, dice Medina a Crónicas del Caribe.
– ¿Cuál es la situación de los venezolanos que se acercan a la fundación? ¿Muchos de ellos están sin trabajo?
– El año pasado ayudamos en un plan llamado Regreso Voluntario, organizado por el gobierno de Aruba a través del Departamento de Inmigración (Dimas). Ellos se nos acercaron a nosotros con el fin de ayudar a venezolanos que quisieran regresar a nuestro país.
Salieron cinco vuelos organizados, también Dimas trabajó con la Cancillería venezolana y servimos de contacto. Cada venezolano que decidió regresar pagó su pasaje que costó 250 dólares, más 45 dólares del impuesto de salida y el examen de COVID-19 que costaba 75 dólares. Cada uno cubrió sus gastos y nosotros servimos de enlace para transmitir la información. El último vuelo salió el 23 de diciembre de 2020. Este año han salido tres más y estaba previsto otro a fines de junio.
– ¿Quiénes decidieron regresarse? ¿Eran jóvenes o de mayor edad?
– De las 640 personas que salieron de acá en estos vuelos humanitarios, la mayoría eran jóvenes que por un motivo u otro perdieron su trabajo por la pandemia, algunos se quedaron sin casa y otros decidieron retornar por motivos personales.
– ¿Cuál es la situación para un venezolano que llega pidiendo asilo político o espera ser un refugiado?
– Eso lo controla directamente Dimas. Deben pedir una cita vía internet a Dimas, que solicita los documentos y, a través del Departamento de Asilo que tienen, establece el contacto con el solicitante. Desde el año pasado, Dimas comenzó con un sistema de visas para todos los venezolanos que residen en Venezuela. Las tramita la embajada de Países Bajos que está en Caracas. Pero si es un venezolano que reside en otro país, no le piden ese requisito.
– ¿Quiénes acuden a pedir ayuda a la fundación?
– En este momento asisten personas que se han quedado sin trabajo, que tienen niños, incluso de otras nacionalidades. Hemos tenido acá personas con problemas de desnutrición, una cuestión que no se veía en la isla. Los padres están cobrando un 60% del salario y deben seguir pagando hipoteca, comprar comida, pagar servicios y comprar uniformes para los hijos. Entonces, les queda poco para la comida y por eso nos piden ayuda, en especial los 100 niños que tenemos en la fundación que son de varias nacionalidades.
– En el caso de los niños venezolanos cuyos padres no están de forma regular en la isla, ¿son aceptados en las escuelas o hay discriminación?
– Desde el año pasado, Dimas decidió cancelar por tiempo indefinido los permisos para trabajar. La razón no se sabe, lo informaron en diciembre del año pasado. Las personas que estaban legales ahora quedaron sin ningún tipo de documento. En el caso de los niños, es bueno destacar que si los padres no tienen documentación, los niños se quedan sin documento. Hasta este momento permanece la incógnita de las personas que estaban legales y les cancelaron sus permisos.
– ¿Cómo se siente cuando observa que ocurren esas situaciones con sus compatriotas en la isla?
– Me siento muchas veces preocupada, por eso es que planeo el comedor popular con la intención de ayudar a mucha gente. En Aruba, la mayoría de las familias llevan a los abuelos a ancianatos. En este sentido, la idea del comedor es también para integrar a la familia completa porque aparte de darle la comida los domingos, van a tener clases de gimnasia, bailoterapia y juegos con la intención de reunir a la familia.
– ¿Qué recomendación hace a los venezolanos?
– Hay venezolanos que deciden venir a Aruba en pequeñas embarcaciones arriesgando sus vidas y pagando mucho dinero. Quiero pedirles que no lo hagan. Acá no hay trabajo y el coronavirus ha traído escasez. Estamos pasando una etapa muy difícil porque no hemos salido todavía del COVID-19. No vale la pena salir del núcleo familiar así y aparte hay muchos que lastimosamente no llegan, mueren en el mar, se ahogan. No vale la pena que vengan a pasar trabajo.
Estamos pasando una etapa muy difícil porque no hemos salido todavía del COVID-19. No vale la pena salir del núcleo familiar así y aparte hay muchos que lastimosamente no llegan, mueren en el mar, se ahogan. No vale la pena que vengan a pasar trabajo.
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