sábado, 16 de abril de 2016
Días de Dios - Eliana Pineda A. / Periodista
Estos tiempos desprovistos de lluvias que humedezcan amorosamente las encendidas ixoras y las valientes trinitarias, agobiadas por tanto sol zuliano, son momentos aciagos, duros e inclementes, difíciles de transitar. En los territorios, donde no cae ni siquiera un aguacerito en meses, el diario trajinar se vuelve hostil, deprimente y colapsado, pareciera que la sequedad de la naturaleza también marchita la existencia, volviéndonos infértiles y apáticos. Añoramos las lluvias, al descubrir que la llegada de las lloviznas de abril, mayo y junio posiblemente traerán nuevas expectativas para soñar, actuar y andar incansablemente por los caminos impredecibles de la vida.
Dentro de todo este oscuro paisaje, imbuido de nostalgia, impotencia y desesperación el entorno se complica ante el desabastecimiento de productos de la dieta básica, como leche, azúcar, queso, caraotas, aceite, papel higiénico, la elevada inflación, la inseguridad personal y de bienes y el nefasto desempleo, conformándonos en un país donde más de 15 millones de venezolanos tiene problemas de cobertura alimentaria, constituyéndonos en una clara manifestación de la destrucción de nuestra soberanía, debido a que las estimaciones de desarrollo y crecimiento social se miden principalmente por los índices alimentarios de la población.
Se trata realmente de un problema de insuficiencia gubernamental que declara en el país una crisis generalizada, afectando a todos por igual con circunstancias difíciles de recorrer, solo moderadamente disipadas en estos amaneceres de lenta brisa por la ocurrencia de eventos sencillos, cálidos y cercanos, llenos de grandeza familiar como la celebración del primer año de mi amada nieta: Victoria Imelda, también acercándonos cada vez más a Dios y dando cumplimiento con la fe y cristiana y los evangelios canónicos ha sido bautizada, iniciando una ruta coronada por la bajada del Espíritu Santo, dando continuidad a esta ceremonia bautismal como expresión del Ministerio de la Santísima Trinidad.
Victoria con sus grandes ojos despiertos a la alegría, su tierna sonrisa y su espontáneo cariño, al igual que todos los niños del planeta, invita a no decaer a seguir adelante con oportunidad ante la adversidad, devolviendo el aliento necesario para enfrentar el severo contexto venezolano, impidiendo desplomarnos o quedar inertes, reconociendo que estos agudos problemas actuales pasarán y darán paso al actuar con aprendizaje responsable e inteligente, desechando el miedo, la ira, el odio, la impotencia y el miedo, haciéndonos cargo de nosotros mismos como nación próspera y pujante sin injerencias externas. Sobre todo Victoria Imelda nos dice que todavía existen muchos días para caminar unidos, guiados por la mano de Dios.
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