martes, 28 de octubre de 2014

Entre aguas Por Eliana Pineda A. / Periodista


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Cuentos de mi padre, el viejo Gustavo Rodolfo Pineda Urdaneta, narraban que los viajes en piragua por el Lago de Maracaibo, visitando los pueblos de agua de la costa lacustre, eran instantes inolvidables. Eran momentos irrepetibles. Salían al amanecer, todavía con la marea baja, desde el malecón cañadero, rodeado de inmensos cocotales para adentrarse entre las olas profundas, entre el azul del cielo y el turquesa horizonte, infinito y remoto, convirtiéndose en un solo mar.
Recorriendo felices, puertos impredecibles como La Ceiba, Bobures, Gibraltar y Palmarito con habitantes bulliciosos, dicharacheros, sonrisa y mirada espontánea.

Cada minuto, crecía la emoción al acercarse a los impactantes caños, arropados por tupidos, sobrecogedores y milenarios manglares, hábitat de legendarias guacamayas, yaguazas y palomitas cantarinas, preámbulo al Congo Mirador y la laguna mágica de Ologá, poblado palafítico, lleno  de color y vivacidad, conectado con la Ciénaga de Juan Manuel, mirador único del relámpago del Catatumbo, corriente natural de ozono para la vida de la humanidad.

Hoy este paisaje impactante y sorpresivo, encuentro de peces locales como manamana, bocachico, pavón, róbalo, paletón, armadillo, pámpano y bagre, aparece contrariado ante la mirada indiferente de los organismos competentes, hechos dramáticos como la explotación insostenible de los recursos hídricos, la desproporcionada contaminación química, producto de los derrames petroleros, la salinización, el agotamiento de los acuíferos, la concentración de actividades humanas en las áreas protegidas por el improvisado turismo de masas, la intensa deforestación y la vulnerabilidad ante los desastres naturales como sequías e inundaciones, afectan el ecosistema, bajo la amenaza permanente de extinción.

Parte de nuestro patrimonio existencial, vivencial, cultural y social como seres pertenecientes a estos territorios de leyendas, bañados por la luz de Dios, guarda estrecha relación con las riquezas geográficas de la zona, caracterizadas por extensiones de marismas, pantanos y humedales. Los antepasados surlaguenses surgieron y evolucionaron al borde de los grandes afluentes de la región, asociados a ellos. Aún el bienestar económico actual, depende de esta cantera de provisiones pesqueras, agrícolas, forestales, fluviales y turísticas. La conservación, mantenimiento y preservación de sus condiciones ecológicas y sustentables debe defenderse y así mantenernos por siempre entre ríos, manantiales, arroyos y fuentes de agua viva, garantía de vida, sublime y extraordinaria.

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