miércoles, 23 de agosto de 2017

El Páramo merideño: Romanticismo y sueño

Hace unos días tuve la deliciosa oportunidad de viajar por tierra a los páramos merideños y me gustó más que nunca. Es que el romanticismo flota aquí en cada pedacito de neblina que baja desde las montañas; resulta imposible no sentir afectos y emociones bellas, cuando uno comienza a respirar este aire puro y frío del páramo. Resulta también imposible para cualquier corazón sensible, no enamorarse de la persona que tiene al lado y de esta vida tan bella, mientras uno camina lentamente por estos valles serenos, que parecen estuvieran adivinándole todos sus sentimientos.

Para los que nos gusta soñar, el páramo es el sitio de las ilusiones tranquilas, de caer indefenso ante el afecto de noches serenas junto a la chimenea, de compartir un vino delicioso con su pareja y tener conversaciones que solo el corazón entiende. En fin, el páramo merideño es el lugar perfecto para ser feliz, para convencerse de que esa persona a quien podemos adorar hasta el delirio, está más cerca de lo que usted cree. El páramo también es ideal para que usted aprenda a conocer más a su pareja y para amarle con ternura y paciencia.

Nuestro viaje al páramo merideño comenzó en un pueblito del piedemonte andino llamado Altamira de Cáceres, muy cerca de Barinitas. Este pueblito es tan tranquilo, que ni el viento se escucha entre sus montañas. Hay una posada llamada Cáceres que es súper-romántica, en todo el frente de la plaza Bolívar. La habitación que más me gustó fue aquella que tiene vista hacia la plaza y no sé si era por el aire puro o por la compañía tan espectacular, pero yo estaba tan feliz que me hubiera gustado prolongar esos momentos toda mi vida. Mi alma se comenzaba a preparar así para el romanticismo del páramo, que apenas comenzaba.

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