A propósito del derrame de unos 300 barriles de petróleo (aproximadamente 47.700 litros), ocurrido el pasado 23 de abril de 2017, en la refinería de Pointe-à-Pierre de Trinidad y Tobago, ubicada frente a las costas del Golfo de Paria, se hace evidente la importancia de determinar los efectos en los diversos aspectos del devenir diario de las zonas afectadas, en especial lo referente a sus ecosistemas, la producción de rubros económicos y el aprovechamiento turístico.
Sin duda, conocer de accidentes de este tipo golpea la opinión pública, porque atenta directamente contra el desarrollo de comunidades enteras, al producir daños irreversibles y persistentes en el tiempo, debido a que el petróleo no es biodegradable; es decir, su descomposición en el medio ambiente es extremadamente lenta.
Este conteo, en mi labor de impulsar el turismo y promover la conservación de los espacios aprovechables para tales fines, por medio de la asesoría, promoción y construcción de marcas turísticas, lo dedico a evaluar algunos puntos clave para comprender la magnitud de la problemática que se genera y las actividades para minimizar efectos.
1. Efectos devastadores. Los derrames petroleros son accidentes ocurridos en algún punto de la cadena de producción que afectan gravemente la fauna y flora del área donde se suscitan. El primer eslabón es la muerte por asfixia o hambre, de diversas especies marinas, aves y plantas, hasta llegar a la alteración de la cadena alimenticia por la ingesta de contaminantes orgánicos persistentes, lo que puede provocar envenenamiento al consumir el producto de la actividad pesquera en esas condiciones. Asimismo, las mareas negras en la superficie del mar afectan el proceso de la fotosíntesis de organismos primarios; mientras que en las costas, el petróleo impregna la arena y las rocas impidiendo la regeneración.
2. Las acciones. Ante tan lamentables eventos, el primer paso es activar de inmediato los protocolos o planes de contingencia con equipos multidisciplinarios y herramientas especializadas para concretar el saneamiento de las aguas y las costas. Entre las principales técnicas de control se encuentran los medios mecánicos para extraer el crudo directamente del agua, la utilización de agentes químicos o microorganismos para acelerar la degradación y también de detergentes para dispersarlo más fácilmente. Cuando el clima lo permite, es factible incluso su quema. Como último recurso, la recolección manual del bitumen puede ser lenta pero efectiva.
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