domingo, 30 de abril de 2017

El agua corre por Yabinoko, Erika Paz


Los indígenas warao representan un acto sublime de la naturaleza en medio la desidia, cientos de años de historia en el Delta del Orinoco parecen no haber sido suficientes para alcanzar la decencia. Su presencia en estas aguas simulan un cuadro de Pollock, explosión desorganizada de energía, sutileza áspera, amor con odio.  Pienso esto mientras voy en la lancha que va desde San José de Buja hacia la comunidad de Yabinoko, recibiendo los golpes de la lluvia que cae sin clemencia sobre nosotros, agua que corre por el río, elemento del que carecen los habitantes de estos caseríos.

Muy temprano habíamos salido con una de las tantas empresas que se han dedicado al turismo rural en esta zona  de Maturín hacia el pueblo desde donde parten las lanchas que pasean las ramificaciones del río. Maturín que había sido todo progreso hasta hace unos años, Maturín que recibió a la industria petrolera y con ella a quienes dejaron vidas en lugares menos favorecidos para instalarse en la capital del Estado Monagas junto con sus ideas y agregando a la ciudad un aire cosmopolita que no había tenido antes.

Por eso no es de extrañar que existan grandes hoteles, esos que hace veinte años aspiraron salpicarse de los beneficios del petróleo e invirtieron importantes sumas de dinero en extensos lotes de terreno que se convertirían en lo que son hoy en día, un conjunto de caminerías  que al final conducen a edificios con inmensas habitaciones, piscinas de gran dimensión, restaurantes, gimnasios y extensos lobbys.

De uno de esos hoteles partimos de madrugada porque este municipio que recorremos es extenso, con más de 13 mil kilómetros cuadrados, con aires de llano que de repente huelen a selva, por eso les toca compartir un pedacito del Delta y su vida. La vía iba entonces por una sabana llena de ganado que terminó hora y media después de camino en el pueblo de Buja, un caserío de unas tres o cuatro calles, mitad criollo, mitad indígena. Los primeros viven en la entrada del pueblo, los segundos, hacia el puerto que conecta con el Río Morichal, desde donde parten las embarcaciones hasta Pedernales e incluso hasta Tucupita.

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