sábado, 25 de abril de 2015

Emigrar no es un crímen MANUEL SILVA-FERRER


Pero la historia y los procesos sociales suelen ser más complejos que las baladas y los boleros. De allí que el debate difundido en la redes tras la arenga de Lorenzo Mendoza a sus empleados: “nadie es imprescindible“, “yo estoy con los que no pueden irse a ningún lado“

Se ha desatado en estos días en las redes sociales un pequeño debate que hace ya algunos años está teniendo lugar de forma soterrada en Venezuela. Es una discusión que ha transcurrido de forma silenciosa en torno a la nueva emigración venezolana, enfrentando a los que se van con los que se quedan.

Al principio se trataba tan solo de problemas íntimos, propios de la esfera privada: rupturas, separaciones, pérdida de afectos, alejamiento o definitivo abandono, desarraigo, nostalgias. Pero con el curso de los años y la agudización de la difícil situación del país el diálogo triste entre los que se aventuraron al viaje y los que permanecen en el territorio ha dado paso a una especie de ajuste de cuentas marcado por el resentimiento.

La psicología y la música popular tienen un enorme catálogo de estas situaciones tan típicas de las separaciones bruscas: “si te vas, si te vas, ya no tienes que venir por mi, si te vas, si te vas, si me cambias por esa bruja, pedazo de cuero, no vuelvas nunca más, que no estaré aquí“, gritaba Shakira desconsolada a un novio que la había dejado por otra.

Pero la historia y los procesos sociales suelen ser más complejos que las baladas y los boleros. De allí que el debate difundido en la redes tras la arenga de Lorenzo Mendoza a sus empleados: “nadie es imprescindible“, “yo estoy con los que no pueden irse a ningún lado“.

Y la sentida respuesta ofrecida en twitter por María José Flores: “quienes hemos tenido que separarnos de nuestras familias (...) no merecemos que alguien que no está en nuestros zapatos quiera hacernos ver como los malos de la película porque decidimos cambiar “unos problemas por otros“, me permiten poner sobre papel una idea que ya he comentado en privado a varios amigos, sobre la tremenda injusticia que está comenzando a materializarse al tachar de traidores o desertores a quienes, más que abandonar el país, son empujados por las circunstancias a marcharse.

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