lunes, 17 de marzo de 2014
El batallón de detectores de comportamiento Por Teresa Bausili | LA NACION
Si alguna vez, dentro de un aeropuerto estadounidense, tuvo la sensación de que lo estaban observando, tal vez haya estado en lo cierto. Porque desde 2007, 3000 oficiales se dedican a escudriñar a pasajeros en 176 terminales de todo el país en busca de conductas sospechosas. Sudor excesivo, miradas nerviosas, mucho abrigo cuando hace calor, son posibles indicios de que algo no anda bien (en rigor, están al acecho de un total de 94 signos secretos de miedo o estrés).
Aunque un acto terrorista no parece ser la causa de la desaparición del avión de Malaysia Airlines, hace una semana, los investigadores de la causa se abocaron a analizar una y otra vez los videos y circuitos cerrados del aeropuerto de Kuala Lumpur, para descubrir algún comportamiento extraño entre los tripulantes, los dos viajeros con pasaportes falsos y los pasajeros del vuelo MH 370, en general.
Pero los llamados oficiales de detección de comportamiento (BDO, por sus siglas en inglés), al menos en Estados Unidos, están bajo la lupa. No sólo por el altísimo costo del programa (US$ 200 millones anuales), sino más que nada por los escuálidos resultados. El año último, por ejemplo, se interrogó a 2100 personas consideradas suspicaces por su lenguaje corporal, pero menos de un 5% fueron arrestadas. Estas detenciones, a su vez, se debieron en su mayor parte a posesión de drogas y documentos falsos.
Los detractores del proyecto se quejan de hecho de que éste se ha cargado a gente que no supone una amenaza a la aviación, al tiempo que -acusan- las selecciones obedecen al famoso ethnic profiling o discriminación racial.
La cosa funciona más o menos así: un BDO (en uniforme) se acerca al pasajero dudoso y lo engancha en una conversación informal sobre el clima, el resultado de un partido de béisbol, las vacaciones.
Según la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA), el proyecto busca estimular las reacciones involuntarias físicas y fisiológicas que la gente muestra cuando tiene miedo de ser descubierta. No apunta al típico pasajero desesperado que llega tarde y no encuentra su pasaporte. Más bien se basa en la teoría de que cuando la gente trata de esconder sus emociones, revela sus sentimientos. Es lo que el psicólogo Paul Ekman, autor de libros sobre el tema y entrenador de los observadores, llama microexpresiones. Ekman, que incluso ha asesorado a Disney-Pixar para dotar a los personajes de gestos convincentes, dice que estas microexpresiones duran fracciones de segundo, pero son evidencia contundente de ocultamiento.
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